VIII. Faithfully

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- Buen día, pequeño bastardo - dijo Donald cuando bajé a desayunar.

- Igualmente - musité.

- Creo que tenemos un tema pendiente -  claro que no lo olvidaría.

- Como sea - dije restregándome los ojos y preguntándome por qué no podían ser como aquella tarde con Bert. Era realmente molesto que solo viviesen de apariencias y aún más molesto es que se empeñaran en amargarme la vida.

- ¿Por qué mierda pintaste a ese muchachito? - exclamó con rabia bajando el periódico de su rostro y aprentando fuertemente su taza de café.

- Creo que tengo derecho a pintar lo que me pegue en gana - dije con veneno en mi tono de voz - lo pinté hace tiempo y quería darselo de cumpleaños. Sí revisas ya no hay rastro de ese lienzo en esta casa, no entiendo el drama - me levanté y entré a la cocina donde Donna ni se inmutó y luego de un momento me tendió unos panqueques con fresas.

- Gracias - dije pero no respondió siquiera. Tomé dos tazas y serví café, colocándole un poco más de leche al de mi hermano y se la tendí recién entró a la cocina.

Estaba acomodándose los lentes y me sonrió ampliamente antes de recibir la taza y dirigirse a Donna, quien le tendió su plato con una sonrisa. No entendía qué tenían esa mañana.

- Asco - susurré y antes de siquiera poder reaccionar ya tenía a Donna frente a mí y su palma de mi mano en mi mejilla, dejando una marca.

Fruncí el ceño, me retiré con mi desayuno a mi cuarto y al finalizar me alisté para luego salir a la calle con un destino fijo, las clases de guitarra dónde rogaba encontrarme a Bert, ya que cada vez que podía iba a saludarme.

- ¿Qué te ocurrió? - fue lo primero que salió de los labios de Frank al verme aquel día.

- No molestes - dije sentándome en un asiento, pero él se acercó y tomó mi mejilla con suavidad.

- Al rato ven a mi casa, solía salir en patineta todo el tiempo, pero era malo y me caía... - arrugó su nariz y juro que nunca olvidaré ese gesto, era extremadamente adorable - Lo dejé cuando me torcí mis tobillos - hice una mueca de confusión y él rió divertido - El punto es que tengo una buena crema para golpes y raspones - se encogió de hombros y como sí fuese suya, sacó mi guitarra de su estuche y empezó a tocar unos acordes.

- Suena precioso - dije anonadado - No había escuchado esa melodía antes -

- La escribí - se detuvo en seco - no tengo más - rió nervioso - no es mucho, con suerte es un minuto -

- Yo hice esto y son como treinta segundos - dije desdoblando la hojita convenientemente abandonada en esa chamarra. Le tendí la hoja y él tocó eso antes de proseguir con lo que tenía.

- Pensé que sonaría bonito - rió ante el desastre hecho.

- Pero sí... - Tomé la guitarra y empecé a tocar una melodía que tenía pegada. Saltandome unas partes de la canción, agregando acordes al azar y reacomodando otras. Finalmente quedaron aproximadamente otros veinte segundos pero que ayudaban a completamentar las melodías.

- Joder, eres un genio - me revolvió el cabello y luego miró el reloj - Supongo que el pequeño clasudo no vino hoy - yo me limité a asentir y Frank esta vez tomó su guitarra y anotó su melodía en un papel - A trabajar -

Cada uno buscaba melodías, Frank sabía lo que hacía, yo solo me dedicaba a tocar notas y rogar por que sonaran bien. El tiempo transcurrió con rapidez y luego de culminar la sesión salí con Frank.

No vi a Bert en el lugar, entonces no hubo problema cuando salí con el oji avellana.

No ocurrió nada fuera de lo común, me dio la crema, bebimos café y charlamos un buen rato. Al volver a lo que llamaba hogar, el lugar era un caos.

Unforgettable [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora