Capítulo 5: la luz

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El joven Astorias continuo su viaje montando en el corcel de la poderosa paladín mientras ambos guardaban silencio y el sol comenzaba su caída hacia el horizonte llegando finalmente el atardecer y pronto la oscuridad, el caballo relincho una vez y su silenciosa dueña acaricio su crin con gentileza aligerando el paso y deteniéndose finalmente al lado de un enorme roble.

El escape había sido apresurado y el caballo se había extenuado suficiente para un dia, ambos desmontaron para que pudiera descansar por esa noche, el joven claro estaba ansioso por continuar después de todo lo que había ocurrido pero no podía forzar a los demás a seguir.

-prende una fogata en lo que preparo el agua para mi corcel- Le indico Taria sacando de las alforjas un trasto parecido a una cubeta

-fogata...claro, yo me encargo –la verdad es que poca era la habilidad que el joven tenía para ese tipo de cosas, su entrenamiento y educación se había basado por completo en el combate, el cómo comportarse frente a la realeza y los buenos modales que le fallaban a menudo por su carácter tan imprudente, pasados los minutos la joven se dio cuenta que Astorias estaba haciendo un desastre con la leña, la yesca y el pedernal.

-¿Estás seguro que eres un caballero de Erandia? Claro por la espada de nombramiento y la armadura es inconfundible y no siento que me mientas pero...
-¿puedo pedirle un favor mi lady? Deje de llamarme caballero, no tengo la habilidad necesaria para portar dicho título, todos ellos salvo los que se encontraban en misiones fuera murieron aquella noche en el trono defendiéndolo, no soy digno de portar el "sir" después de sobrevivir y ellos no. Porto esta espada en su nombre, en el nombre de sir Roland de Lumarie, que tantos años dedico a que los herreros tuvieran un mayor respeto entre la corte y la sociedad y murió atravesado por un colmillo mostros pero con su espada en el ojo de su enemigo, en el nombre de Sir Arente Raust, quien uso su valioso tiempo para mostrarme como empuñar la espada y cuya herencia uso en orfanatos por todo el reino, su espada corto la pierna de una bestia evitando que alcanzara a Roland pero fue partido por la mitad por otra. En el nombre del defensor del trono y la vigilante del trono que valientemente combatieron hasta el último de sus alientos contra el hechicero oscuro. No, yo no soy un caballero de Erandia aunque así fui nombrado mi lady, soy Astorias BrenderKraus, soldado de mi reina y de mi patria, un guerrero quien en sus manos y su espada lleva la sangre de caballeros, padres, madres y reinas, quizá algún día vuelva a merecer tal título, el honor de estar a la altura de tan increíbles hombres, pero hasta entonces, le pido no me llame caballero, no deshonremos así la memoria de tan heroicas figuras.
-Bien, entonces me ahorrare la pregunta de cómo un enclenque como tu fue capaz de ser nombrado caballero de Erandia- ella había visto esa mirada varias veces, aquellos que tienen suerte en combate pero pierden a todos sus compañeros están condenados a vivir con la culpa de sobrevivir por el resto de sus vidas, eso es lo que hacia la guerra después de todo, arrebatar vidas, ayudo al joven a prender el fuego y se sentó junto al árbol sacando su odre y bebiendo un poco- Pero pareces ser una persona importante, tienes una gran voluntad y un corazón noble pero mucha ira, dentro de todos nosotros hay una esfera blanca y una negra, cada que cometemos una buena acción dejamos caer una gota de agua en la esfera blanca, cada que cometemos una mala acción cae un chorro de agua en la esfera negra, es mucho más fácil llenar la segunda, dejarnos llevar por nuestro impulso, por nuestro odio o coraje y cometer un acto vil en un arranque de sentimientos, tienes mucha ira pero la pregunta es contra quién?

-Eso es fácil de saber, solo hay un culpable de todo esto, ese maldito hechicero, si tan solo pudiera derrotarlo, partir su cuello.

-¿Eso cambiaria algo acaso? ¿Matarlo ahora mismo te haría soltar esa ira?

-Pues claro...-la pregunta de la paladín lo había tomado por sorpresa, no había pensado en otra cosa que no fuese derrotar al hechicero, en ninguna otra meta, después de todo, para ello tenía que buscar a los otros dos herederos de las llaves.

La sombra de ImberiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora