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Kang Hyunggu, el chico del que todos podían burlarse y jamás intentaría hacer nada al respecto para defenderse pues hasta él mismo se hacía llamar "horrible". Sus compañeros siempre justificaban los malos tratos que le propinaban al chico bajo palabras como "es su culpa por ser tan... Bueno, ya saben como es". Pero no, no era su culpa ser prácticamente así, tampoco era su culpa tener unos kilos de más, aquel rostro repleto de imperfecciones como lo era el acné, dientes chuecos y por lo mismo unos frenillos muy visibles, y, esas enormes gafas redondas que terminaban haciéndolo verse peor de lo que según él ya era.

Todos en el instituto le hacían pasar malos ratos, pero existían tres alumnos en específico que le hacían sentirse como en el infierno, sus nombres eran muy resonados en el instituto debido a su fama de chicos populares. Adachi Yuto, Jung Wooseok, y Yang Hongseok. Siendo el primero una estrella del deporte y también siendo un completo estúpido, el segundo mostrándose como un joven apuesto y considerado para después encarnar el dicho "las apariencias engañan", el último pero no menos importante sería su líder y el alumno más inteligente en todo el plantel, ganándose la confianza de los profesores y aprovechando esa ventaja para incubrir todos sus malos actos.

El trío de demonios jamás descansaba sin antes hacer sentir como una pila de basura a nuestro en ese entonces pelinegro regordete. Frecuentemente lo llevaban a perder la poca autoestima que conseguía durante la mañana con insultos como "con toda esa grasa sustentarías muy bien un puesto de comida frita", "cara de cárcel -Lo decían por los barrotes-", "dientes de fierro/ojalata", etc. Era de admitir que sus insultos eran bastante originales, sin embargo, eso no los convertía en algo menos doloroso.

Pero, la vida jamás es del todo injusta, pues le había enviado al de rostro imperfecto dos ángeles protectores que estarían dispuestos a reír, llorar, y pelear junto a él. Jinho y YanAn eran los nombres de los querubines que serían sus amigos y le servirían como espada y escudo.

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Otro repetitivo e hiriente día estaba saliendo a flote para nuestro Hyunggu. Se encontraba encerrado en uno de los cubículos del baño masculino, y lloraba con la cabeza gacha mientras se mantenía sentado sobre el retrete. Sus sollozos eran fáciles de escuchar, cosa que facilitó a su pequeño amigo Jinho el hecho de encontrarlo pues llevaba buscándolo durante y después del receso, pues de verdad le preocupaba que el trío de idiotas le hicise alguna maldad o fechoría al de ortodoncia.

El castaño suspiró con profundidad antes de golpear un par de veces la puerta de aquel concurrido espacio, recibiendo un arrastrado y triste "está ocupado". Eso le marcó una mueca de disgusto en su infantil rostro, al compás de un sabor amargo a su boca.

-Oye, ¿Estás bien?- cuestionó con el entrecejo fruncido debido a la preocupación del suceso. El pelínegro se mantuvo enmudecido, realmente agradecía que el más bajo quisiera ser de ayuda pero no tenía ganas de verlo, no en ese momento. -No puedes esconderte ahí dentro hasta que terminen las clases, Hyunggu.

-Sé que no puedo estar aquí todo el día, así que sólo permaneceré oculto hasta que Hongseok y su dúo de tarados se hayan ido.- habló por fin. Sorbió su nariz un par de veces y su labio inferior no dejaba de temblar; su mejilla había sido empapada por los rastros de agua que dejaban sus propias lágrimas.

-Una mancha de café no es el fin del mundo, ¿De verdad llorarás por eso?- intentó subirle los ánimos, aún sabiendo que las buenas palabras se le daban fatal.

De repente la puerta del cubículo había sido abierta, se podía observar a Hyunggu tallando sus ojos para limpiar cualquier posible prueba de lo que hacía en el baño, aún cuando era bastante evidente.

Karma Is A Bitch!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora