#8

52 9 3
                                    

La frialdad del agua que cae sobre mí es gratificante, aunque ya mis piernas no pueden conmigo. Una vez en la pista de baile, no pude detenerme y vaya que Karma quiso evitarlo, pero le he llevado conmigo y no lo he soltado, solo cuando tomábamos una bebida o alguna fritura. Bajo la cabeza, dejando que el chorro de agua caiga justo en medio de mis hombros.

Suelto un gemido de placer de lo bien que se siente, es increíble lo que el agua puede hacerme sentir. Por muchos años (demasiados) le tuve mucho miedo, me aterraba la idea de tocarla y evitaba hacerlo de cualquier forma, para ducharme usaba trozos de tela empapados, así de mal estaba. Las cosas empeoraron cuando en una nueva vida nos todo vivir cerca del mar, las grandes olas que podía ver desde mi ventana parecían burlarse de mí mientras me intentaban alcanzar.

Viví aterrorizada, no quería acercarme, pero los de arriba no son justos; Karma parecía vivir para y por el mar, un surfista y buceador sin igual, siempre yendo a mi casa a regalarme algún coral o perla, nunca llegó sin un presente. Así que, me esforcé para superar ese miedo, le sorprendí a la orilla del mar y un tsunami nos quitó la vida a la edad de trece y quince años.

Al final tenía razón, tuve que mantenerme alejada del agua.

Al acabar de ducharme, cierro la llave de paso y salgo de la bañera, asiéndome con una toalla para secarme.

— ¿Cómo puede ser eso posible? —la pregunta de Karma me hace buscarlo con la mirada, al no verlo en la habitación salgo a la sala, encontrándolo en el comedor. Luce molesto, pero sigue manteniendo el celular contra su oreja. Al verme, frunce el ceño y se señala la corbata, ¿no se ha cambiado? — Sí, lo sé, pero veo necesario reportar la desaparición de una alumna aun cuando los padres no lo han hecho —oh, esto es verdaderamente malo. Me acerco a él, ayudándole a desvestirse; esto ha dejado de ser incomodo hace ya mucho tiempo—. Es nuestro deber como ciudadanos, ¿no? —suelta un suspiro, yo he acabado de desabrochar su camisa y pantalones, me he vuelto una profesional con esto— De acuerdo, lo hablaré mañana —termina la llamada y se tumba en el sofá boca abajo, dejando su celular tirado sin ninguna gracia, fuera de lo común en Karma.

— ¿Qué ha pasado? —cuestiono, pasando a retirar sus zapatos, luego sus calcetas.

— Una estudiante lleva días sin ir a clases —alzo una ceja, dando un tirón a la cinturilla del pantalón. Karma entiende de inmediato, alza las caderas de forma que me facilita muchísimo el quitárselo.

— Pero, bueno, no es como que los adolescentes no falten a clases.

— Los mismos días que llevo yo impartiendo clases —bien, eso definitivamente no es normal. Hago una mueca, tomando asiento a un lado de su cadera—. Es la chica que viste conmigo en la oficina de maestros.

— Ah —es lo único que sale de mi boca, pues realmente no sé qué decir. Aquella vez, cuando le vi con ella, me asuste muchísimo; sé que no puedo vivir sospechando de todos, pero es que hasta de mi sombra desconfío.

— ¿Le habrá pasado algo? —no puedo evitar sonreír, la preocupación de Karma es verdadera y sin segundas intenciones, es muy lindo.

— Si fuera así, sus padres ya nos hubieran alertado ¿no lo crees? —él apoya la mejilla izquierda en el cojín, volteándome a ver— Por otro lado, ya son universitarios y muchos suelen ya vivir solos —poso mi mano sobre su espalda baja, sobándole en círculos. Creo que he dicho de más—. No me gusta verte así.

— Te aseguro que no lo hago a propósito —suelta un suspiro—. Mañana hablaré con el director, no podemos quedarnos con brazos cruzados.

— ¿No será mejor preguntarle a los alumnos? —Karma frunce el ceño, con ayuda de sus manos se incorpora y me ve atentamente, se le ha de ser extraño que sugiera semejante cosa; también me he extrañado— Mira, si pedimos ayuda a maestros, no dudo que nos la brinden, pero ¿realmente ellos conocen a sus alumnos? El tiempo que llevamos ahí, no les veo haciendo más que mirar revistas mientras los chicos trabajan; es claro que no les conocen —asiente lentamente, estando de acuerdo conmigo—. En cambio, nosotros sí y, bueno, estoy segura que sabes a quienes debemos pedirles ayuda, ya que sienten que nos lo deben.

Cansados De Estar DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora