Capítulo Final

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   A la mañana siguiente, para cuando Arnold despertó, ella había desaparecido de su casa, de los semáforos, del pueblo, y de su vida. Cuando le preguntó a Simmons que había sido de ella, él contestó:

—Lo siento, chico. Ayer un hombre vino a buscarla.-contestó el doctor mientras se colocaba una bolsa con hielo a la altura del labio.

— ¿Un hombre? ¿Quién?-preguntó aunque dentro de sí algo le decía que la respuesta ya la conocía.

—Su padre. Vino ebrio y enfadado, afirmando que ella no tenía autorización para andar en casas ajenas a la suya. Luego de eso, se la llevó en el camión de la mudanza en el que había llegado.

— ¿Por qué lo permitió, señor Simmons? Le dije que él era un hombre cruel.

— ¿Tú crees que este moretón me lo hice por chocar con la puerta?-preguntó el hombre colocándose frente a frente con Arnold.-Cuando vi que sujetaba a tu amiguita por los pelos, intenté frenarlo. Pero su corpulencia y su mal carácter volvieron nulos mis esfuerzos por intentar ayudarla. 

   El muchacho sintió que un gran vacío se formaba dentro de su alma. De todas las personas del mundo, la de Sally fue la pérdida que más lamentó. Esa chica, con sus encantos y su necesidad de amor, había logrado atrapar su joven e inexperto corazón.

   Aun así, él no se dio por vencido.

—Necesito que me preste dinero.

— ¿Quieres ir a buscarla?-le preguntó su padrastro.

_Sí. No quiero ser irrespetuoso, señor Simmons. Agradezco que me adoptara, pero esa chica es lo mejor que me ha pasado en la vida. Algunas personas dicen haber visto el camión en dirección a Nueva York. Tengo que ir tras ella.

—En ese caso...-comenzó a decir mientras revisaba su billetera.-te deseo lo mejor.

   Con una pequeña maleta en la que llevaba sus pertenencias, (una foto que encontró en los archivos de la jefatura de policía que le tomaron a Sally, cuando la detuvieron por un delito menor, y los cincuenta dólares que el doctor le había obsequiado a modo de despedida) decidió tomar el primer autobús de esa mañana.

—Escucha, chico.-lo detuvo su padrastro antes de que subiera al bus.- No sé cómo decirte esto pero... el hombre que se quitó la vida era... era...

—Él era mi verdadero padre, ¿no es cierto?-una sombra recorrió el rostro del muchacho.

— ¿Cómo lo-?

— ¿Por cuántas personas puede uno sentir una pérdida tan grande? Estoy seguro de que usted entiende a lo que me refiero.

   El doctor miró fijamente a Arnold. Aquel no era el pequeño asustadizo de nueve años que él había adoptado. Las cosas que  su padre había tardado tantos años en inculcarle podía verlas reflejadas en los ojos de su hijastro: valor y perseverancia ante la adversidad.

—Cuídate mucho,... Arnold. 

—Nos volveremos a ver, señor Simmons.-le respondió el chico.-Después de todo... usted es la única familia que conocí realmente.-acto seguido, le dio un abrazo que esta vez si fue retribuido.

   Habrían de pasar muchos años antes de que Arnold se topara nuevamente con esa niña que lo conquistó, y muchos más para que ella lo perdonase por interrumpir a la mitad de su boda y golpear a su padre.

   Ellos terminarían juntos eventualmente, momentos antes de que la edad alcanzara al muchacho, que durante cuarenta y tres años buscó al amor de su infancia.

«Te amo, pequeña y traviesa Sally.»-sería lo último que él diría antes de dar su último respiro.

La historia de ArnoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora