Nueve

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Lena nunca había estado tan contenta de que el centro de asesoramiento, donde se celebraba la fiesta de Selina, estuviera a solo seis minutos en coche desde su casa. Incluso esos pocos minutos parecían extenderse para siempre.

El silencio reinó entre ellas desde que salieron de la casa. No habían intercambiado más que unas pocas palabras en todo el día.

Echó un vistazo a Kara, que no hizo contacto visual, sino que miró al frente a través del parabrisas.

Lena suspiró. Sus posibilidades de lograr parecer una pareja enamorada eran prácticamente nulas.

−La persona más importante para convencer es Selina, mi mentora y jefa−, dijo Lena, para llenar el silencio tenso. −Así que trata de impresionarla, ¿de acuerdo?− Kara gruñó una respuesta. −Recuerda presentarte como mi novia, no como mi prometida. Y hagas lo que hagas, trata de no dejar que Eve te arrincone sola−. Otro gruñido vino de Kara. Lena la miró. −No me vas a tener con la ley de hielo durante la fiesta, ¿verdad?

−No te preocupes. Soy profesional y sé cómo actuar. No te avergonzaré −dijo Kara sin mirarla. −Después de todo, me estás pagando.

Lena contuvo una respuesta brusca. Otra ida y vuelta hiriente como la de ayer no ayudaría. Entró en el estacionamiento que estaba junto al edificio de oficinas de tres pisos que albergaba el centro de asesoramiento.

Con el silencio entre ellas, el ruido de sus tacones sonó demasiado fuerte cuando salieron del auto y se dirigieron a la entrada. En el último momento antes de entrar, Lena recordó lo que había olvidado ayer también. −Uh, manos.

−¿Qué?

−Se supone que debemos estar tomadas de la mano−, dijo Lena.

Kara frunció el ceño pero luego le ofreció la mano. Como siempre, sus dedos eran cálidos, tan diferentes de su actitud hacia Lena en este momento que la sorprendió.

Aferrada a la mano de Kara como si fuera un salvavidas, la arrastró hacia el edificio y pasó junto a las plantas exóticas y el estanque de kois en el patio sin darle la oportunidad de maravillarse de su entorno. Las cortinas en las ventanas del piso al techo a ambos lados del camino estaban abiertas, lo que le permitió vislumbrar a sus colegas mezclados en el área de recepción.

−Genial−, murmuró Lena. −Eve ya está allí, desfilando alrededor de su esposo y probablemente de su libro.

−¿Cuál es ella?− Preguntó Kara.

−La rubia con la sonrisa de pasta de dientes y el parecido de James Bond pegado a su lado.

Kara estiró el cuello. −Ella se ve linda.

Lena arqueó las cejas hacia ella. ¿Kara acababa de decir eso para enfadarla? −Oh, ella es agradable. Al menos a la cara. Pero si sirve para sus propósitos, ella te maltratará a tus espaldas.

−Tal vez eres solo paranoica−, dijo Kara.

Antes de que Lena pudiera responder, Eve las vio a través de la ventana y saludó exageradamente.

Lena gimió. −Aquí vamos−. Tiró de Kara por la puerta.

−Lena, bienvenida−, dijo Eve mientras arrastraba a su esposo hacia ellos. Era un tipo delgado y bien afeitado que, de hecho, se parecía a James Bond con su esmoquin hecho a medida.

¿Qué diablos? ¿Por qué está actuando como si fuera la anfitriona? Lena miró a su alrededor. ¿Dónde estaba Selina?

Eve dirigió su atención a Kara y la miró de pies a cabeza con una mirada que hizo que Lena se estremeciera y quisiera empujar entre ellas. −¿Y esta debe ser la encantadora...?

ᴊᴜsᴛ ғᴏʀ sʜᴏᴡ /SᴜᴘᴇʀCᴏʀᴘ / AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora