Quince

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Lena se miró en el espejo sobre el lavabo. Su maquillaje estaba impecable, pero todavía no sentía como si tuviera bien.

La noche anterior, se había quedado dormida casi de inmediato, primero mientras esperaba a que Kara saliera del baño, luego después de que la pesadilla de Kara la hubiera despertado. En ambas ocasiones, había sido como si su cerebro exhausto hubiera puesto los frenos de emergencia antes de que todo lo que sucedió pudiera abrumarla y mantenerla despierta toda la noche.

Pero ahora todos sus pensamientos habían vuelto, pensamientos de su noche mágica en High Line, que había terminado con Kara en sus brazos.

Realmente debería centrarse en su entrevista y la reunión posterior, pero no importaba con qué frecuencia intentara guiar sus pensamientos hacia las preguntas de la entrevista y las discusiones de publicación, siempre volvían a ese momento en la pista de patinaje y a la forma en que se había sentido para sostener a una temblorosa Kara en sus brazos anoche y despertando con Kara todavía acurrucada contra ella.

¡Enfocate! Contrataste a Kara para que te ayude a conseguir el acuerdo del libro, no para distraerte.

Un suave golpe en la puerta la hizo estremecerse.

–¿Sí?– Lena llamó.

La puerta se abrió una pulgada. –¿Estás decente?

Lena echó un vistazo la blusa de seda con cuello redondo y el traje de falda Armani. –Eso espero.

Kara abrió la puerta más completamente. Su mirada recorrió el cuerpo de Lena de una manera que la hizo sentir un hormigueo. –Guau. Te ves genial. Si las ofertas de libros se otorgan en función de la apariencia del autor, tu libro ya estaría impreso.

El cumplido la calentó hasta los pies. –Gracias–. Miró a Kara, que llevaba una falda marrón chocolate hasta el tobillo y una blusa blanca que enfatizaba sus curvas. –Te ves maravillosa también.

–¿Entonces esto está bien?– Kara tiró de su parte superior.

–Muy bien. Pero falta una cosa importante.

–¿Maquillaje?–, Preguntó Kara. –Me puse un poco. ¿No puedes notarlo?

–No. No maquillaje. Estoy hablando de esto–. Ella pasó a Kara, ignorando el aroma sensual de su perfume, y fue a su bolso, que estaba sobre el escritorio. Metió la mano y sacó la pequeña caja negra.

Kara se unió a ella y miró por encima del hombro para ver qué sostenía.

Su cercanía hizo que Lena se calentara por completo. Se giró hacia ella y abrió la tapa.

El delicado anillo de pluma con su topacio azul brillaba contra el terciopelo negro.

–Oh–, dijo Kara. –El anillo. Por supuesto.

Lena sacó el anillo de su cama de terciopelo. Suavemente, tomó la mano de Kara. Su mirada parpadeó hasta sus ojos, luego sus labios, luego de vuelta a su mano. Jesús, ¿por qué esto se sintió tan real? Como si estuviera a punto de poner un anillo de compromiso en el dedo de Kara de verdad, uno que luego cambiaría por un anillo de bodas antes de irse de luna de miel.

Oh no, no, no. No vayas ahí. Tienes que compartir la cama con ella otra vez esta noche. ¡Sin pensamientos de luna de miel! Piensa en pensamientos platónicos. Pensamientos sin sentido.

Pero eso era más fácil decirlo que hacerlo con la mano suave de Kara en la suya, su cuerpo tan cerca y su mirada confiada, casi íntima.

Venga. Sabes qué es esto. Te estás aferrando a la primera mujer que has conocido después de la ruptura. Eso es un clásico. Deberías ser más fuerte que eso.

ᴊᴜsᴛ ғᴏʀ sʜᴏᴡ /SᴜᴘᴇʀCᴏʀᴘ / AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora