Dieciocho

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Lena nunca había estado tan contenta de que los clientes cancelaran una sesión como lo estaba este lunes por la mañana. No podía concentrarse en el trabajo, y eso rara vez le había sucedido antes. Sí, pero nunca antes has tenido una aventura de una noche.

Después de su regreso de Nueva York, había pasado el resto del fin de semana revisando los dos capítulos de los que ella y Cat Grant habían hablado. No se trataba solo de hacerlo mientras todavía estaba fresco en su mente, admitió para sí misma.

Encerrarse en la oficina de su casa también hizo que fuera más fácil evitar a Kara y distraerse de la presentación constante de imágenes que se reproducían en su mente. Imágenes muy eróticas que no tenían lugar en el trabajo.

Con un gruñido, arrojó su pluma y cerró el archivo del paciente. Quizás un café ayudaría.

En el camino a la sala de descanso, su mirada cayó por la puerta abierta de la sala de espera. Estaba vacía en este momento. Uno de sus pacientes había dejado dos revistas en la pequeña mesa en lugar de volver a colocarlas en el revistero.

Lena se desvió y recogió las dos revistas para devolverlas a su lugar correcto. Wow. El estante era un desastre. Alguien había puesto el último número de Psychology Today en la sección de entretenimiento. Lo sacó y lo volvió a poner con las otras revistas de salud y psicología. ¿Y qué estaban haciendo Better Homes and Gardens junto a Sports Illustrated?

Dejó la taza de café vacía y comenzó a reorganizar las revistas.

Un casi silencioso uh-oh la hizo mirar hacia arriba.

Selina se inclinó en la puerta, con una pila de archivos debajo de un brazo.
–No me digas que rechazaron el manuscrito.

–¿Qué? No. Las cosas fueron geniales en Nueva York–. Su molesta imaginación visual le recordó de inmediato cuán grandiosas habían sido algunas de las cosas en Nueva York. Ocultó su sonrojo de Selina volviendo al estante de la revista. Solo cuando el calor en sus mejillas disminuyó, ella se dio la vuelta.

–¿En serio?– Selina sonrió radiante. –¿Entonces te ofrecieron un contrato?

–Algo así–, respondió Lena. –La editora de adquisiciones dijo que lo tendré en mi bandeja de entrada esta semana.

–Eso es fantástico. Estoy muy feliz por ti–. Selina se acercó, dejó su pila de archivos sobre la mesa y envolvió a Lena en un abrazo maternal.

–Gracias–, murmuró Lena contra su hombro. –Y gracias por ayudarme con el libro. Tu apoyo significa el mundo para mí. Espero decirte eso lo suficiente.

Selina la soltó y la sostuvo con el brazo extendido para estudiarla a fondo. –Eres muy bienvenida. Sabes que eres como la hija que nunca tuve.

–Tienes una hija, Helena.

–Oops–. Selina mostró una sonrisa. –Está bien, entonces eres la hija de la oficina que nunca tuve. Por eso es mi prerrogativa estar preocupada por ti.

–¿Por qué estarías preocupada? Te acabo de decir que el acuerdo del libro se concretará.

Selina tocó la revista en la mano de Lena. –Entonces, ¿por qué estás clasificando las revistas?

–Porque eran un desastre y debían ponerse en orden.

–Tanya podría haber hecho eso. Por eso le pagamos–. Selina se asomó al área de recepción y cerró la puerta. –Dime qué está pasando.

–Yo, um ...– Lena apretó los labios. De nada sirve fingir que estaba bien. Quería hablar de eso, pero ¿cómo podría sin admitir que le había mentido a Selina durante los últimos dos meses y que se había asegurado su contrato de libros solo con una farsa loca?

ᴊᴜsᴛ ғᴏʀ sʜᴏᴡ /SᴜᴘᴇʀCᴏʀᴘ / AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora