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Kim Hongjoong, conocido por su distintivo cabello rojo, hermosas letras y la falta de éste en vida de todos. Era acreditado por su apodo dado por su misma vecindad: ''El rojizo fantasma'', esto se debía a la poca presencia en básicamente todos los lugares que no fuesen su dormitorio y su glamuroso cabello que había roto estereotipos junto a sus perforaciones.

Hongjoong nunca fue alguien de muchas amistades a pesar de ser un reconocido compositor y un hombre apuesto en todos los sentidos. Constaba de poseer un metro setenta y uno, una altura completamente envidiable en aquella industria, además de disfrutar de un cuerpo fornido y sumamente bien distribuido recalcando sus gruesas piernas.

La vida del pelirrojo se resumía a una cosa.


Letras.


Las amaba, la poesía era su principal fuerte, más decidió vivir de las canciones que componía. Nadie sabía de donde sacaba inspiración o algún aliento en aquellas cuatro paredes de su habitación, sus fans intentaron contactarle e incluso organizar algún tipo de entrevista privada para él pero simplemente se negó.

Hongjoong decía que para apreciar el arte de sus letras no necesitaban saber de su vida privada, que se conformasen con la apreciación de su cuerpo era demasiado. Además, ¿qué podías pedir o esperar de alguien a quien siquiera conocías? Él no podía entender como cada chica y chico fieles a sus letras se habían encargado de registrar su fecha de nacimiento en el hospital central de Corea, era inaudito y completamente inmoral ¿Acaso no tenían una vida de la cual ocuparse?

Le frustraba vivir en boca de todos, por lo mismo había decidido mudarse a un vecindario tranquilo y bien resguardado en las afueras de Gangwon, para ser más precisos, en Sokcho. Una zona turística calmada y poco concurrida. Si le preguntabas a Hongjoong, lo mejor de todo era la ubicación, se encontraba muy lejos de lo que es el centro de Corea del Sur donde residían la gran cantidad de sus aficionados.

No le malinterpreten, aunque el pelirrojo fuese un negado a la convivencia social, no quería decir que por ello siempre fue así con sus propios fans, para nada. Hongjoong solía incluso hacer videos en vivo para ellos contando uno que otro nuevo acorde para sus canciones, claro, sus sonrisas siempre fueron escasas pero no tanto como en el tiempo actual.

Si le veías sonreír al menos una vez, deberías considerarte la persona más afortunada del planeta.

Pero sus seguidores no supieron apreciarlo, ellos pedían más, querían que él grabase su vida diaria, pretendían que el rubio –en ese entonces– les dijera cada secreto, cualidad, lugar de nacimiento, tipo de sangre, número telefónico y un sinfín de cosas que –para ser sinceros– no eran de importancia. Sus propios fans llegaron a hackear sus cuentas en busca de mensajes privados que podrían ser de utilidad para ellos, consiguieron obtener cada archivo de su computador e incluso verle desde la cámara de éste.

Cuando Hongjoong encontró un video suyo durmiendo por todas las redes, se alarmó, creyó que había dejado algún chat de vlive abierto, pero cuando supo la verdadera razón del porqué ese video se encontraba en toda Asia, Europa e incluso parte de Latinoamérica fue cuando vino su completo colapso.

El pelirrojo se encargó de romper y destruir cada aparato electrónico de su hogar, contando hasta los controles remotos, pidió que sacaran la conexión de wifi y cualquier señal vía satélite que había en su casa.

Between Balconies  ⌘  [𝐇𝐨𝐧𝐠M𝐢n]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora