Mag

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Si el sexo es un pecado, yo desde hace tiempo tengo plaza en el infierno.

Si cierro los ojos un momento, en mi mente puedo ver con claridad esa habitación llena de humo, con olor a sexo, sudor, drogas y alcohol donde vivía con mi madre en el centro de Madrid cuando era pequeña.

Los vuelvo a abrir y me encuentro en mi habitación. Me incorporo y veo un cigarrillo consumido en el cenicero de la mesilla de mi habitación. Me doy cuenta horrorizada de que Bruno no esta conmigo y mi corazón se para un momento.

Creía que nunca me iba a enamorar de alguien, todo me daba igual hasta que llegó él. 

Salgo de la habitación, pasé por enfrente de un espejo y mi melena corta y pelirroja parecía la de un león. Cuando llego al salón me encuentro con los estragos de la fiesta. Conocidos y desconocidos estaban dormidos en el sofá, en el suelo, encima de las mesas. Comencé a sentir rabia y grité. Todos se despertaron confusos mirando hacia todos lados con el dolor de cabeza bombeando en sus cerebros.

-Fuera de mi puta casa.- chillé. Todos se levantaron rápidamente corriendo, recogiendo sus cosas tropezando entre ellos. Salieron al frío de la mañana vistiéndose por el camino. Cerré la puerta con un portazo y me senté en uno de los grandes sofás del comedor.

Toda la sala estaba hecha un asco. Cogí el móvil y busqué el número de Bruno dispuesta a llamarle pero me paré en seco antes de apretar la tecla de "Llamar". No quería parecer una desesperada. La rabia se apoderó de mí y lancé el teléfono que rebotó contra la pared y cayó al suelo rompiéndose.

-Que le jodan.- murmuré comenzando a temblar. Me abracé las rodillas con los brazos y escondí mi cara entre ellas.

-No llores.- me susurré, pero las lágrimas ya caían por mis mejillas. -Joder.- gemí.

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