Capítulo V

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La alarma resonó por toda la habitación, provocando al pelirrojo removerse en la amplia cama mientras soltaba una que otra queja, y extendió de forma perezosa el brazo para apagar el dispositivo. Suspiró antes de sentarse con los pies en el suelo, mirando adormilado sus pantuflas por unos largos segundos, y luego se dispuso a dirigirse a rastras hasta el baño. Abrió sus ojos por completo al ver todo ordenado de otra manera, agregando un par de cosas más como vendas, jabones especiales y un segundo cepillo de dientes al lado del propio.

-¿Ah?- Pronunció confundido y se miró al espejo, recordando que ahora convivía con cierto castaño. Rodó los ojos con un bufido y decidió darse un buen baño antes de irse a la Port Mafia a cumplir con otro día más de trabajo.

Luego de, exactamente una hora, bajó ya cambiado y con su cabello húmedo, mensajeando en su teléfono. Levantó la mirada al sentir el olor y sonido de huevos freír en su cocina, y arqueó una ceja desconcertado. Se acercó con lentitud y precaución, no quería morir incendiado o algo por el estilo. Divisó al castaño de espaldas, cocinando tranquilamente con un delantal puesto y una sonrisa esbozando en su rostro.

-¿Ah? ¿Sabes cocinar, bastardo?

-Oh, buenos días, Chuuya~- Canturreó él sin darle respuesta a su pregunta, y sin verlo siquiera ya que estaba ocupado poniendo los huevos en un plato.

-Buen... día.- Le contestó al saludo y arqueó una ceja cruzándose de brazos. -¿Cuándo te he dejado usar mi cocina?

-A pesar de mudarme, mi rutina seguirá siempre siendo las misma.- Los ojos avellanas del menor se dirigieron a él. -Me levanto entre las siete y ocho, me lavo la cara y voy a la cocina a hacerme el desayuno.- Volvió a sonreír, más amplio. -Además, te recuerdo que hace unos días me hice una rica ensalada~

-Vaya.- Dijo el pelirrojo un poco sorprendido. -Y pensar que eras un idiota que ni siquiera sabía prepararse cereal con leche.

Dazai soltó una risita mientras agarraba con delicadeza unos cubiertos de uno de los cajones blancos de la mesada de mármol.

-Aunque no lo creas sé hacer muchas cosas, perchero.- Y le guiñó un ojo. -Sólo que...- Un leve sonrojo apareció en sus mejillas, avergonzado. -No sé usar una cafetera.

-¿En serio?- Preguntó Chuuya sin interés, dirigiéndose al electrodoméstico a prepararse un café. De reojo, notó la humeante tetera eléctrica que estaba en un rincón del mueble. -¿Por qué mi tetera está humeando de esa manera, bastardo?

-Puede qué... ¿La haya quemado?- Contestó el castaño jugando con sus dedos índices.

-¡¿Ah?!

-Ahg, ¿Podrías no gritar?- Le sugirió con una mano en la cabeza al sentir un mareo. -Puedes conseguirte otra.- Comenzó a servir el desayuno en el comedor. -Vamos, se enfría.

El ejecutivo exhaló con impaciencia y se sentó en su lugar correspondiente en la mesa, quedando frente a frente con el contrario. Miró su plato en el cual yacía dos huevos fritos, y al lado de este había un vaso con jugo de naranja exprimido. Sonrió de forma inevitable. Jamás tuvo la oportunidad de probar un desayuno más elaborado que una taza de café con una simple tostada.

Le recordó a esos desayunos de madres que veía de vez en cuando en películas o series, esos que eran como un cariño al alma a penas despertar. Nunca había percibido el amor incondicional de una madre, pero comenzó a sentir una especie de nostalgia en su interior. Incluso cuando estaba al cuidado de Kouyou, a pesar de ser tan cariñosa con él, no la recordaba cocinar desayunos así para él.

Bajo la atenta mirada del castaño, tomó el tenedor y probó un poco de la comida de su plato.

-¿Y bien?-. Preguntó él, esperando una respuesta positiva de su parte.

Consequence | Soukoku m-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora