-Tú... me gustas.- Confesó Osamu.
El pelirrojo lo miraba sorprendido, no sabía qué decir o cómo reaccionar. Al principio pensó que era una broma, pero al ver su cara sonrojada se dio cuenta que decía la verdad. Se limitó a quedarse callado, sintiendo el calor subir hasta sus mejillas.
Al no oír respuesta alguna, el castaño agregó:
-Durante este tiempo que hemos estado viviendo juntos, me di cuenta de la verdadera persona que eres.- Se atrevió a mirarlo a los ojos con sus mejillas enrojecidas y su corazón latiendo a mil. Joder, qué patético se sentía, parecía que estaba en una de esas películas cliché de adolescentes. -No hace falta que me respondas, simplemente quería que lo supieras.
Y sin más, se levantó del sillón para volver a la cocina.
¿Cómo es que demonios llegaron a ese punto? Antes eran como perro y gato, no podían dejarlos en una habitación solos sin que uno de ellos terminara casi muerto en el suelo. Desde sus quince años su relación se definía en golpes, peleas y odio. Mucho odio. En combate eran la arma más peligrosa de la Port Mafia si ambos unían mente y fuerza, más su convivencia era como una muy fuerte y constante resaca. No veían el momento de alejarse del otro para no verse nunca, sin embargo, parecía que el destino se burlaba de forma intensa de ellos, a carcajadas como un payaso luego de hacerle una travesía a su otro compañero payaso.
Cada día los tenía más unidos.
-Joder...- Suspiró Chuuya pasando sus manos por su rostro.
Sus sentimientos eran un desastre, como aquellos que ocasionaba cuando Corrupción se adueñaba de su ser.
***
-Estás condenado, Nakahara, no te queda de otra que corresponderle.- Esas fueron las sabias palabras de Akutagawa, quien agarraba la botella de cerveza para servirse un poco en su vaso. -Está esperando un hijo tuyo, no tienes opción.
-Exactamente.- Afirmó Tachihara, que inmediatamente sonrió con picardía. -Además, se nota que entre ambos hay una llama.
-¡Muuuuucha química!- Exclamó Kajii, mezclando quién sabe qué a su copa con licor de limón.
Chuuya suspiró negando con la cabeza dejando la copa de vino sobre la mesa para cruzarse de brazos y apoyar la espalda en el espaldar de su asiento.
-Son unos inútiles.- Les dijo con sinceridad.
-Pues si estás esperando algún buen consejo de nosotros que no sabemos nada de esto del amor, créeme que no lo encontrarás.- Volvió a hablar de forma desganada el pelinegro. En silencio, los tres lo miraron beber de su vaso.
-Ajá...- Pronunció el pelirrojo con una tira adhesiva en su nariz.
Akutagawa lo vio de reojo, mostrándose enfadado por su ceño fruncido.
-Cállate, Tachihara.
-¿Saben qué? Me retiro.- Anunció el ejecutivo, acomodándose el sombrero en su cabeza y el saco sobre sus hombros luego de levantarse. -Buenas noches.
Y sin más, se fue del lugar. Tenía el auto estacionado en frente, pero prefirió caminar un poco por el centro, en silencio y pensativo. Tenía muchas cosas en la cabeza que no sabía por dónde empezar. Suspiró profundamente y, quitándose el sombrero, tomó asiento en uno de los bancos de una plaza poca iluminada cerca de la pequeña fuente en la que el agua caía sin parar.
A lo lejos divisó una joven pareja de adolescentes. Sonrió de ternura al verlos tratándose con dulzura y amor, como si fueran ellos y nadie más. Por un momento se imaginó a él mismo junto al castaño: ambos sonriendo embobados uno al otro con sus ojos brillando, abrazándose, robándose uno que otro beso y diciéndose lo mucho que se amaban. Sacudió rápidamente su cabeza cerrando sus ojos y desvió la mirada con el ceño fruncido. Sin embargo, al momento relajó todas sus facciones y se sonrojó de forma leve, mientras volvía a sonreír. Tan sólo recordar sus ojos avellanas cambiar de tonos dependiendo de sus emociones, y esa gran y hermosa sonrisa de perfectos dientes acompañada de un adorable sonrojo, supo qué era lo que sentía cuando su corazón comenzó a latir con rapidez.
-Tú también me gustas, Osamu.- Confesó también.
Volvió a ponerse el sombrero y se levantó del banco con las manos en los bolsillos de su pantalón, para emprender su camino sobre sus pasos hacia el auto.
***
Abrió la puerta del penthouse en el quevivía y entró dejando las llaves sobre el pequeño mueble que había en la entrada, en donde también dejó sus guantes. Se quitó los zapatos y colgó su sombrero junto al saco en el perchero.
-Estoy en casa.- Anunció dirigiéndose a la sala.
-Bienvenido.- Sentado en uno de los sillones con un libro en manos, Osamu se volteó a verlo con una pequeña sonrisa.
Chuuya se sentó a su lado y posó un brazo sobre el espaldar del mueble por detrás del castaño, cosa que lo hizo ponerse un poco nervioso y desviar la mirada nuevamente al libro.
-¿Qué lees?
-Es una novela que leía cuando era pequeño.- Le contestó volviendo a sonreír y le mostró la tapa del objeto. -Se lo estaba leyendo a Chibi.
El ejecutivo sonrió y, colocando una mano sobre su mejilla, hizo que lo mirase a los ojos. Bajo mirada de sorpresa del suicida, se acercó con lentitud a su rostro y le regaló un suave beso en sus carnosos pero dulces labios.
-¿Ch-Chuuya...?- Pronunció Dazai cuando el pelirrojo se separó de él. Un carmesí se pintaba sobre sus mejillas hasta las puntas de sus orejas.
Volviendo a sonreír, esta vez más dulce y cariñoso, Chuuya le repitió las mimas palabras que él le había dicho hace unas cuantas horas atrás.
-Tú me gustas.
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¡Ah! Me encanta cómo me quedó >w<
Este capítulo fue bastante cortito en comparación a los demás, pero fue como una continuación al anterior.
¡Espero les haya gustado!~
Ah, y cuídense por todo lo que está pasando. Quédense en sus casas y prevengan lo que más puedan.
¡Chau!~
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Consequence | Soukoku m-preg
Hayran Kurgu~Precuela de "Masaki"~ El exceso de alcohol siempre ha tenido sus consecuencias, pueden ser malas o no tan malas, pero jamás buenas. Sin embargo, tal vez, Osamu Dazai y Chuuya Nakahara encontrarían o no un equilibrio entre lo bueno y lo malo de aque...