Capítulo 6

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—Hola —Es lo único que dijo. Yo estaba pasmado, inmóvil en mi sitio. Miré a mí alrededor esperando encontrar a Daniela en las cercanías, pero no, no estaba.

—Eh... Hola —Le respondí con duda a la señora Sandra.

Ella me sonrió con tristeza, me detuve a ver su rostro, la señora Sandra tenía enormes ojeras. Eso captó mi atención.

—Siento ser la persona que menos esperabas —contestó, yo le sonreí y suspiré.

—No se preocupe... debí suponerlo —Hice una mueca de lastima para mí mismo.

—Bueno... vine a decirte que ella me pidió que te contactara y que te dijera que ella no podrá venir. También pidió que la disculparas por la actitud de hace unos días —Me sorprendí, Daniela si tenía pensado venir, pero luego me preocupé.

«¡¿La señora sabrá que casi bese a su hija?!».

—Eh... —Mis nervios volvieron a sacudirse.

—Bueno solo me dijo eso. Por cierto ¿qué paso entre ustedes dos? Le pregunté a Daniela que pasó, pero ella no me quiso decir nada —Ella preguntó con tranquilidad y yo estaba algo preocupado. Si, algo... ¡bastante!

—Eh bueno no lo sé, ella... —No quise contarle que casi besé a su hija, así que omití esa parte y traté de calmarme—, bueno, no lo sé, ella solo me dijo que no la buscara y salió corriendo llorando —Miré al piso.

Necesitaba que ella me creyera y aunque era la verdad no quería que se enterara de ello, la miré a los ojos para que no dudara de mi palabra. Talvez a ella no le agradaría la idea, no como a mamá, a ella si le encantó.

—Ah... bueno... —Se le apagó la voz por un momento—. Bien, me retiro —ella dio media vuelta.

—¡Espere! —La señora Sandra se detuvo y dio la vuelta, me miró extrañada. Yo estaba nervioso me costó balbucear algo. Ella no entendió y respiré profundo.

—¿Me puede decir por qué no vino? —Ella miró al piso de inmediato.

—Ella... Ella... —La señora Sandra titubeó. Ya estaban cansando de tanto misterio.

—Por favor dígame —Le supliqué rendido ante el misterio.

La señora Sandra desprendió inmediatamente una intensa tristeza. Luego levantó la cabeza y con dolor reflejado en su rostro, se animó a contestar.

—Ella está enferma.

—¡¿Como?! —Me sorprendió—. ¿Qué tiene? ¿Dónde está ella? ¿Puedo verla? ¿Es grave? —La bombardee con preguntas.

Ella con unas cuantas lágrimas y una sonrisa triste me respondió.

—No hijo, no te preocupes, solo tiene anemia, pero ella estará bien —La miré extrañado, no me convencía por completo—. Me debo retirar —Ella se giró y antes de entrar en el camino del sendero.

—¡Espere! —La detuve de nuevo. Con nerviosismo miré a mí alrededor y luego miré las ramas del almendro. Salté y tomé una rama, arranque uno de sus frutos casi a madurar y corrí hacia a ella.

—Tome, por favor. Dígale que la esperaré bajo el almendro y que se mejore pronto —Ella miró el fruto de mi mano—. Por favor entrégueselo por mí y dígale que esto es para recordarle en donde la estaré esperando —Si lo sé, fue una estupidez «Al carajo con todo el mundo». Pero era lo mejor que podía hacer.

No quería ser muy entrometido, me bastaba con que Daniela enviara a su madre para informarme de su enfermedad. Estaba contento solo por ello y decidí calmarme.

La chica bajo el almendroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora