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Me encontraba arrodillado acomodando en una estantería los diversos gases que utilizó para cegar la vida de los insectos, los envases que guardan estas sustancias de todos los tamaños y para todo tipo de bichos ponzoñosos. Desde pequeño había sufrido pequeñas escenas traumáticas gracias a insectos que se escondían bajo mi cama, era habitual en ese tipo de regiones semidesérticas donde se podrían encontrar en su mayoría alacranes, estos eran grandes, con tenazas amenazadoras y como es común en un niño, lloraba al saber que caminaban por encima de mi cobija con la que me tapaba cuando me dormía, enfrenté muchos de estas escorias directamente, extendía mi mano para darles un manotazo para que después los alacranes se revolcaran en el suelo, al prender la luz observaba sus entrañas saliéndoles, eran por lo general del tamaño de la mano de un niño, como la que tenía, los fulminaba aplastándolos con mi zapato. Otra experiencia como esta fue cuando en un almacén en que mis amigos y yo jugábamos quede encerrado sin querer, la cortina descendió para dejarme preso en ese lugar, fue entonces donde escuchaba miles de pequeños pazos a todo a mi alrededor, quizá mi oído era muy sensible o quizá solo sean imaginaciones mías, pero lo que estaba seguro es que eran docenas de escarabajos rodeándome, en mis alborotados pasos por salir de aquel sitio sentía las suelas de mis tenis estaban chiclosas pues había caminado ya por muchísimos de esos asquerosos animales, sentía a su vez que me subian al pantalón, como unos se colocaban en mi espalda metiéndose por debajo de mi camisa, me alarme y lloré lo admito, pues mi primera reacción al sentir como tocaban mi piel desnuda fue golpear mi espalda contra la pared, despachurrando de forma violenta a los insectos, me quité la camisa pues estaba empapada de los órganos abortados, la refleje a contra luz para percatarme que había una repugnantes manchas café, era la función de intestinos junto con patas, antenas, ojos y cuerpos desmembrados de los ya muertos insectos que recorrían mi espalda, arroje con asco la inservible camisa marcada con ese engrudo apestoso. Como todo un infante héroe aquella imagen me había provocado una rabia profunda pues era la camisa de mi héroe favorito, en un arrebato y un grito de victoria me abalance pisando la mayor cantidad de insectos que podía, danazaba con determinación sobre los pequeños cuerpos, mi temor se reducía a un ápice pues la sensación de victoria sobrepasaba cualquier otro sentimiento, a cada paso mataba y sentía aquel característico sonido que produce la anatomía de un insecto al ser pisoteado con fuerza "crunch", esto se repetía muchas veces por segundo y poco a poco fue convirtiéndose en una sinfonía para mí. Me los quitaba del cabello donde se enmarañaban, los sacudía de mi pecho para vengarme después asesinándolos en el suelo, pase algunos minutos con este maravilloso ritual por deshacerme de las inmundicias hasta que la cortina del almacén fue abierta. Podía distinguir una silueta de un hombre gracias a que estaba en contra posición al sol, tape mi encandilada vista alzando mi mano a la frente, fue entonces cuando allí entró mi héroe, vestía con una esplendorosa máscara de gas como la había visto en las caricaturas, botas como las que se usan para un impermeable, en su cuerpo vestía un mameluco especializado para situaciones de plaga, en su mano triunfante sostenía un rociador y cargaba como una mochila un bidón donde almacenaba el veneno líquido, este me sacó del lugar para que después me deslumbrara con un hermoso espectáculo, rociaba ese veneno sobre la cantidad de insectos que había, estos caían apenas eran tocados por algunas gotas, se desbordaba en el techo los cientos de insecto como si hicieran una lluvia, cayendo muertos encima del traje de protección de él que ahora era mi héroe. En un momento pasó a estar sin vida más allá del exterminador, los escarabajos habían sucumbido a todos los venenos implementados, lo observé asombrado después volteo a verme a través de la máscara de gas para después quitársela, era un señor barbado con cejas pobladas y una cara paternalista.

-¡Señor, señor! ¡es increíble lo que usted hizo acabo con todos ellos! - Dije gritando lleno de asombro y admiración.

-Si claro, todas esas cosas ya están muertas, no serán mayor problema- Me dijo mientras se acomodaba el cinto.

-De verdad es increíble lo que usted hizo, los mato con tanta facilidad. ¿Cómo se llama señor? - Le contesté muy ilusionado.

-Leonardo, Leonardo Páez. ¿El tuyo muchacho? -

-Asdrúbal Santoro. ¿a qué se dedica? ¿cómo es tan increíble?-

-Oh te refieres a lo que acabo de hacer, soy un exterminador de plagas Asdrúbal, me encargo de acabar con estas pestes, veo que no tienes una camisa puesta y estas todo manchado de escarabajos muertos, límpiate con esta toalla húmeda, ten- El hombre extendido cordialmente la mano para ofrecerme el objeto

-Quisiera ser como usted, su trabajo es increíble señor Leonardo-

Desde que cumplí los dieciocho comenzó a trabajar con el señor Leonardo, se ha convertido después de estos diez años después en el negocio exterminador de plagas más grande en toda la ciudad e incluso también de todo el estado. Fue allí donde encontré el verdadero propósito de ser un fumigador de bichos, aunque me convertí en un socio del hace tiempo, admito que me gusta tomar mi rociador para matar alimañas por montones, es lo mío y es mi especialidad podría decir con toda seguridad, he acabado con plagas de mosquitos portadores de extrañas enfermedades, he exterminado a plagas de saltamontes que comían sinvergüenza los sembradíos de las personas, puse punto final a casas donde cundían arañas espantosas de aspecto aterrador con veneno potentes, todas esas criaturas caían ante mi sin poner nada de oposición, pues sé muy bien qué clase de venenos usar en qué tipo de ambientes como el tipo de insectos.

Plaga en YocuawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora