Con gran parte de mi fuerza trate de abrir la puerta del sótano tomando la manija oxidada, levante lentamente la puerta, dentro de el cuarto subterráneo o lo que fuere provenía un denso olor a cadaver descompuesto, el hedor espantoso eran desagradable, sentía que rascaba en el fondo de mi garganta y no pude hacer más que vomitar, mis ojos se pusieron llorosos, frote mis párpados para poder ver bien lo que había dentro pero el olor era insoportable, haría vomitar hasta la persona con más estómago. Fui rápido por mi mascara de gas que estaba en mi camioneta, la amarre para seguidamente ir hacia donde venía ese ruido. Dentro del sombrío sótano había un foco que parpadeaba moribundo, las cucarachas salían del lugar por debajo de mi pies, también vi en la claridad que me permitió ver la tenue luz por unos momentos algo extraño y deforme, ¡eran dos cuerpos descomponiendose!, dentro de ellos salían cucarachas de todos los orificios de su desfigurada cara, soporte las ganas de vomitar al ver la cruda escena. Había también algunos huesos grandes, sabía que eran de humano pues tengo conocimientos no tan vagos de la anatomía humana, abajo tirada en el suelo había una mujer amarrada de manos, ella tosia y tenía un aspecto raquítico, me apresure para asistirla de algún modo sosteniendo su nuca en mi mano y tocando su rostro. Era una clara extranjera, sus rasgos raciales no concordaban con los del pueblo, ella era blanca pero también degeneró a una especie de amarillo preocupante.
-Eh... Señor... Señor, no... no deje usted que lo hagan con usted- La mujer tocio al mismo tiempo que hablaba
-¿Que tienes mujer?, jovencita usted está en malas condiciones, debo llevarla rápido a un hospital- Dije y la cargue en mis brazos viendola.
-Usted... Salvese, los Yocuawas lo quieren, quieren a los extranjeros. Los usan para hacer más de ellas, de ellas.. no lo deje por favor, mis amigos fueron víctimas y lo iban a hacer conmigo pero no les serviría, después me metieron aquí para que muriera-
-¿Ellas quienes jovencita?, aguanta por favor déjame te llevo a un lugar donde te puedan atender-
La subi apresurado a mi camioneta colocandola en el asiento del copiloto, mi vehículo no encendía después de varios intentos, el sudor empañaba los vidrios de mi mascara.
-Señor nosotros vinimos aquí para conocer... veníamos de paseo de un sitio más al sur y decidimos pasar por aquí. Ellos tomaron a mis amigos... después le hicieron esa cosa horrenda, escape de aquí, las cucarachas nacen... las cucarachas nacen... el líder Aguja Afilada verá lo que le espe...- Exalo para después dejar de hablar
-Señorita, ¡señorita! ¿me escucha?, ¿esta usted bien?, ¡señorita!- gritaba con desespero
Toque a la mujer en el cuello para sentir su pulso pero no había nada que diera a entender que estaba viva, ella murió en mis manos, tuve la oportunidad de salvarla y murió en mis manos, "¡maldita sea la camioneta!", cuanta impotencia por salvar la vida de alguien joven, maldito pueblo de inmundicia y su maldita gente, de seguro fue Aguja quien la metió en esa situación, ¡no debería de permitir que se haga ese tipo de crimenes!. La culpa habían sido de ese maldito líder y su pueblo lleno de alimañas, pero ya no más.
Me puse mi overol con capuchas que saqué de donde lo guardaba sin quitarme la mascara de gas, me aseguré de tener los guantes bien puestos por si una cucaracha intentara entrar en mi ropa, estaba todo sellado, listo para fumigar a esas malditas cucarachas y debía empezar por afuera de la casa del líder maldito. Intente encender mi camioneta en repetidos intentos para que funcionara, conduje por las calles angostas para dar con el cuchitril del líder de los Yocuawas. Una vez llegue baje de mi camioneta y presuroso me puse el bidón como una mochila, le conecte la manguera que desecombocaba en un rociador, estaba totalmente dispuesto a acabar con todas las cucarachas circundantes a la casa de Aguja. Empecé rociando a todas las cucarachas que había, morían como si se tratase de cualquier otro insecto malnacido, pero en mi se recobraron recuerdos además de ver en tiempo presente por donde caminaban la plaga, en todo el pueblo no había visto un solo huevecillo de las alimañas, ni uno solo, había tratado con esas cosas antes, pero siempre había algún lugar oscuro donde ponían a sus huevecillos, era el lugar correcto para empezar a acabar con ellas, caso contrario sucedió en Yocuawa donde no había visto ni uno solo. Seguí fumigando a las pestes, las fumigaba a algunas en su desesperado vuelo por huir a salvarse, no había oportunidad de que se fueran pues el veneno es muy potente. Ya estaba el sol descendiendo por el atardecer, no había ruido salvo el aletear de alas de las cucarachas con el sonido que emitía mi rociador, de pronto surgió un sonido dentro de la casa de Aguja Afilada, me recordó al ruido que emite una chicharra pero este era más ensordecedor. Salió Aguja Afilada derribando la puerta, me miró con ojos de infinito odio al mismo tiempo que caminaba a mi y gritaba "Eres un maldita, desgraciado infeliz, deja a mis niñas", me desentendi de todo el palabrería que con furia aventaba al aire, persistí en seguir fumigando a las pestes que morían por centenas. En un momento volte mi mirada para ver al señor Aguja, su rostro se llenaba de grotesca arrugas, después abrió grande su boca y emitió el sonido espantoso de la chicharra combinado con una voz gutural de hombro, tape mis oídos entre tanto que el seguía gritando el sonido blasfemo, abrí mis ojos con estupor a causa de que su piel se estaba rompiendo como bolsa de plástico que se estira, los trozos de carne caían al suelo tan pronto como estuvieran al alcance de las cucarachas ellas lo comían, durante todo el proceso no dejo de emitir ese ruido que aturdia de sobre manera, capte después que debajo donde la piel caía había un huesos cafeces extraños y húmedos, sus movimientos eran temblorosos al igual que insólitos, al fin el total de la piel que cubría su cabeza entera se desprendió con su negro cuerpo cabelludo, mi asco se acrecentó enormemente mientras el miedo lo respaldaba, su cabeza se había convertido en la de una cucaracha, heredando su característico ojo en blanco pues el monstruo también lo tenía consigo. Mire totalmente atónito al suceso pues ya no era más la forma de un humano común, se había convertido de parcial a completamente a una cucaracha gigantesca.

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Plaga en Yocuawa
HororUn exterminador de plagas llega al pueblo de Yocuawa, una reserva indígena que padece un severo azote de cucarachas trata de investigar su procedencia pues parecen salir de la nada