IV

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  El pasar de mi camioneta por el cubierto camino de tierra era tedioso, un peculiar ruido era emitido, cientos de "crunch" al unísono por cada centimetro que avanzaba era despedido por atropellar cucarachas, me recordó bastante al sonido que uno hace masticando palomitas de maíz. Segui mi lenta marcha volteando a los costados para tener una señal de donde pudiera vivir el líder, los aborrecible insectos hacían lametones a mis llantas, como si fueran olas de agua. Los indicios de encontrar al sujeto estaban decayendo conforme pasaban las casas, todas parecían ser copias unas de otras, la repetitividad de las chozas a veces me hacía creer que pasaba por el mismo lugar, cuando miraba a la gente esta me respondía con una seño fruncido, me percaté con esos rostros que no era bienvenido en esa zona, pues la lección de historia que me dieron me hizo pensar que como a lo que hicieron los abuelos también harán los hijos. La uniformidad de su raza era increíble, estaban muy bien conservados  en su herencia étnica pues no había algún vestigio de una persona extranjera, pareciera como si, a parte del modelo de construcción, los europeos nunca hubieran llegado a ese lugar. Sus rasgos eran los típicos de un aridoamericano, eran con claridad descendientes de aquellos asiáticos que habían cruzado el estrecho de bering, pero se transformaron su aspecto físico después de muchas generaciones, su tono de piel eran marrón rojizo, su nariz era larga y prominente, con un puente nasal saltado, pómulos sobresalientes y cara ancha. Las vestimentas eran ya bastante gastadas, la moda de la gente era llevar harapos junto con decoros de encaje indígena, propios de su cultura. Murmullaban en su dialetcto a su vez que me veían con extrañeza, fuera de los identitarios indios, las cucarachas me hacían una insana compañía debajo de mi camioneta, tronando mientras morían muy seguidamente. El poblado resultaba bastante deprimente, no tenía idea que algo así se encontrara en el estado, ignoraba también cual era el tipo de comercio que llevaban a cabo para mover la economía, llegue a dudar también si la moneda de mi país era válida para su arcaica forma de vida.
Detuve mi camioneta en una casa que parecía estar en mejor estado que las otras, apague mi camioneta y después abrí la puerta del piloto poniendo un pie con bota en el suelo lleno de cucaracha, para engrandecer mi extrañeza el fenómeno no ocurrió conmigo, los animalejos no se movían a un lado como si le ocurría a los autóctonos, fue lo contrario pues mate cerca de diez cucarachas apenas mi bota cayó sobre sus cafeces cuerpos. Mi asco se acrecentó a un más, tenía que volver a pasar a una experiencia similar que hace tiempo no me ocurría, camine alargando mis zancadas para pisar la menor cantidad de cucarachas posibles, los indígenas que había cerca caminaron rápido alejándose de mi varios metros, seguía caminando precavido de ensuciar lo menos posible mis botas aunque me fue dando la idea de que ya era inevitable. Toque la puerta de madera de aquella casa, esperé acomodándome bien mi mameluco para que luciera presentable, también me rocíe con mi perfume favorito en aerosol para llevar a cabo una buena impresión con el primer indígena que establecería contacto.

La puerta se abrió lentamente y se dejó entreabierta, dentro de la casa estaba oscuro y unas pocas cucarachas salieron libres al exterior, una cara me miraba del otro lado.

-Eh, buenas tardes oiga, soy el exterminador de plagas- Me presente haciendo una amable sonrisa.

-Yutuki juraun- Respondió la persona detrás de la puerta

Supuse que estaba hablando en su dialecto, pues no entendía nada de las palabras que emitia.

-Disculpe ¿habla español?, quisiera encontrar al líder de los Yocuawas- Estire mi mameluco con la estampa de la compañia.

-Oh, un extranjero. Entiendo, claro que sí- Después abrió toda la puerta.

Era una morena preciosa, su cabello era negro y tan liso que reflejaba la luz de  sol, sus labios eran gruesos, su mirada encantadora junto con su juvenil rostro.

-Hola señorita, soy Asdrubal el exterminador de plagas, quisiera saber quien es el encargado de la ciudad-

-Soy Nilia, ¿cómo se encuentra ahora?- Contesto con un acento peculiar, parecía alargar más la  última letra de cada oración.

-Que tal. Pues algo extrañado debo decir, ¿que tal usted?-

-Si, muy bien muy bien- Después dio un paso al frente mientras cerraba la puerta

-Oiga, déjeme le explico bien señorita. Soy el exterminador de plagas, soy de Buenafortuna, vine aquí para hablar sobre este serio problema que tienen-

-¿Problema?, oh sí, usted se refiere a las cucarachas ¿cierto?-

-Claro que sí, parece una inmensa alfombra café con muchas pequeñas antenitas, de verdad esto es serio. ¿Como es posible que usted si se le aparten del camino?-

-Oh, no lo sé. Entonces quiere ver a Aguja Afilada- Respondio mirandome directo a mis ojos, con esos grandes los suyos hermosos que tenía

-¿A quien?- Me rasque la nuca

-Al líder, el líder de nosotros-

-¿En serio? ¿Aguja Afilada es un nombre?-

-Lo es aquí, señor Asdrubal-

-Si, bueno, ¿podría ser usted tan amable de indicarme en donde encontrarlo?-

-Claro señor Asdrubal, veo que tiene una camioneta, uno de los únicos vehículos que hay en Yocuawa, nosotros casi no tenemos la necesidad de ese tipo de cosas-

Caminamos juntos hasta la camioneta, le abrí caballerosamente la puerta del copiloto y en ella se hizo una hermosa sonrisa. Nunca había surgido en mi un sentido de atracción por una mujer tan rápido. Subí a la mi vehículo para después arrancarlo.

-Bueno Nilia, ¿me puede decir como es posible que su ciudad no esté en... las mejores condiciones- Dije mientras pisaba levemente el acelerador

-Somos una comunidad autónoma, desde hace siglos que intentamos serlo. Siempre nos hemos visto involucrados accidentalmente en conflicto con invasores, pero hemos mantenido ha racha a todos aquellos que intentan tomar nuestras tierras, ahora solo somos un pequeño pueblo. De lo que quedo de todos nosotros, que éramos antes muchísimos más, aquí vivimos cerca de tres mil personas, pero gracias a la infinita ayuda que nos han dado nuestros dioses hemos sido capaz de subsistir hasta estos tiempos. El gobierno del estado sabe que somos un lugar autónomo, no queremos tener que ver nada con otros más que con los que venga de nuestra procedencia- Respondió mientras miraba como la camioneta pisaba las cucarachas en su marcha.

-Si señorita entiendo. ¿Por dónde doy la vuelta?- Pregunte arqueado una ceja

-Gire a la derecha-


Plaga en YocuawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora