V E I N T E

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Un nudo se enredó en mi garganta de tan solo verla ahí, tan pequeña y frágil como siempre lucía.

Me sonrió, mostrándome sus blancos dientes, provocando solo aún más que mi respiración se atascara en mi pecho.

Se veía feliz. Y me dolió verla de aquella manera, actuando como si no hubiera sucedido nada entre nosotros aquel día.

Me dolía porque, muy en el fondo, sabía que estaba pretendiendo. Fingía, por mí. Y lo odiaba con el alma.

—¿Puedo pasar? —preguntó con voz baja, tímida.

Asentí un par de veces, abriendo paso para que ella entrara a mi casa. El ambiente podía sentirse tenso, tanto que podía ser rajado por la mitad con un cuchillo.

Cerré la puerta detrás de mí, o al menos eso intenté porque me vi interrumpido por Liam, quien había decidido marcharse para dejarnos a ambos platicar. Se marchó en silencio, sin expresar ni una sola palabra de despedida, depositando un beso en la frente de Jamie antes de marcharse por completo.

Tanto Jamie como yo sabíamos que este día tenía que llegar, tarde o temprano. Y aunque lo que tuvimos no se compara nada en lo que tengo con Beverly, hubo sentimientos de por medio, aunque no hayan sido los mismos los que ella tuvo hacia mí a que los que yo sentí por ella.

Debíamos tener un cierre. Debía darle un cierre a Jamie.

Yo también quería tener uno...

Al menos eso merecía. Aunque me doliera y ardiera. Era necesario desinfectar las heridas para que comenzaran a sanar, por más que el proceso doliera.

Y hoy eso era lo que haríamos: desinfectar la herida de Jamie.

Porque aunque no quisiera admitirlo, la única herida en gran manera había sido ella, no yo.

Le coloqué seguro a la puerta, como una excusa para no enfrentarla tan pronto. No duré más que un par de segundos haciendo esa acción, pero al menos pude dar un respiro profundo, antes de voltearme hacia ella.

Creo que ambos estábamos preparados para esto. Preparados y malditamente asustados.

—¿Quieres agua? —le pregunté, rascándome la nuca.

Ella me sonrió. Ese gesto haciendo que lograra relajarme.

—Con hielo, guapo. —me guiñó un ojo.

—Ahora vengo, bonita. Espera un momento —comencé a caminar hacia la cocina—. Siéntate. —pedí.

Tomo un vaso del gabinete y le pongo hielo hasta el tope, como a ella le gustaba, rellenando lo demás con agua fría.

Aún sosteniendo el vaso helado entre mi mano, sentía que me sudaba de lo tenso que todavía me encontraba.

Me senté a un lado de ella, ofreciéndole el agua. Jamie sonrió nuevamente como gesto de agradecimiento, tomando algunos sorbos del líquido antes de dejarlo sobre la pequeña mesa frente a nosotros.

Seguí sus movimientos con la mirada, notando que había dejado rastro de su labial en la boca del vaso. Sonreí de manera inconsciente porque siempre dejaba marcas de sus labios sobre mis vasos.

Y esta había sido la primera dentro de mucho tiempo.

—Antes, siempre me molestaba tener que tallar esas manchas de tu labial de mis vasos y ahora me siento feliz de volverla a ver de nuevo —expresé, mirándola—. Estoy feliz de que estés aquí, conmigo.

Su sonrisa de pronto se esfumó, lentamente de sus labios. Evitó mi mirada unos segundos antes de regresarla a mis ojos, los cuales no se despegaban de su rostro.

Como ella | Corazones Rotos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora