Capítulo 2

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— Ya llegamos. — Ella lo miró, era un restaurante muy famoso en la ciudad, inconscientemente se alisó el vestido.

— Tranquila estás preciosa, creo que él que está en problema soy yo, tendré que espantar a todos los hombres que quieran acercarse. —Tomándola de la mano para ingresar al lugar.

— No te pongas nerviosa, pero hoy conocerás a mi padre. — Ella paró en seco y quiso devolverse.

— No, no quiero, me iré y no pasará nada, ¿De acuerdo? — Estaba teniendo un ataque de pánico.

— Ey, eres mi amiga, tranquila. — Era cierto, así que respiro profundo y se puso erguida y camino tomada de su brazo.

Cuando entraron todos los presentes voltearon y literalmente sus piernas temblaron y él le acarició la mano, busco su Miranda y él le guiñó un ojo.

— Buenas noches, caballeros. — Había mucha gente y lo peor es que ella pensó que iba a ser una cena normal.

— Hijo bienvenido, tú debes ser la famosa Beatriz, mi hijo no para de nombrarte. — Su padre siempre tan reservado, mira a Beatriz para luego decir.

— Solo te he nombrado unas cuantas veces, así que no le creas todo lo que dice. — Ella lo miró mal y él le guiño un ojo.

— Señores, ella es Beatriz, una amiga muy querida, ellos son puros hombres aburridos que siempre hablan de puro trabajo, él en especial, lo sé porque es mi padre. Hechas las presentaciones, nos retiramos a nuestra mesa que tengan buenas noches, caballeros. — Haciendo reverencias y dejando a todos con la boca abierta, la tomo de la cintura para retirarse, pero ella se detuvo.

— Eres un grosero que manera de comportarse Emiliano, disculpen es un placer conocerlos, Beatriz. — Dándole la mano a cada uno de ellos y con el padre de Emiliano, le dedicó una sincera sonrisa.

— Que disfrutes tu vela hija, un gusto conocerte. — Emiliano miraba como ella se presentaba de una manera impecable y cuando fue el turno de su padre supo que este también había caído rendido a los pies de la rubia, su padre no toleraba a Génesis, pero con Beatriz su cara se iluminó y eso le alegraba, pero también le aterraba.

— Ahora nos podemos retirar, tú y yo debemos hablar. — Él hizo una mueca de fastidio.

— ¿Qué fue todo eso, Emiliano? — El retiro su silla para que pudiera sentarse y le acomodó la servilleta, eso no lo hace con nadie, pero con ella había desarrollado esa manía de consentirla y protegerla como si fuera su mujer.

— No hice nada malo. — Dice encogiendo los hombros.

— ¿No hiciste nada malo?, claro que sí, fuiste desagradable con esas personas. — Estaba molesta, tocaba decir la verdad.

— Esta bien te diré la verdad, cuando mi padre me dijo que también estaba aquí, pensé encontrarlo con uno o dos amigos, pero tu misma lo acabas de ver tiene una congregación en su mesa, no quería que todos esos hombres que no son mis amigos, te tocaran ni un dedo, eso es todo, ya lo dije. — Ella se quedó con la boca abierta.

— Solo soy tu amiga. - Dijo para evitar confusión.

— ¿Y qué con eso?, Soy celoso con mis amigas, además por ahora eres mi amiga. — Ella dejó la carta para mirarlo.

— ¿Qué dijiste? — Él llamó al mesonero y le hizo un pedido de entrada.

— Nada ¿qué vas a ordenar? — Ella volteó los ojos, lo dejaría pasar y disfrutaría de su velada.

Luego que terminaron de cenar, él la llevo a bailar y allí sí que se divirtieron, casi no tomaron, bailaron y hasta cantaron. Por primera vez, Emiliano se divertía sanamente, no fue necesario el alcohol o las drogas para pasarla bien, esa mujer lo llenaba de una manera muy especial.

No Eres Culpable #05Donde viven las historias. Descúbrelo ahora