6 de Enero

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Perdona por no haber escrito los dos últimos días, pero no hemos parado. Todavía no hemos terminado de colocar las cortinas, de abrir las cajas y paquetes y sacar las cosas. La casa es hermosa. Las paredes son de madera recia y oscura y hay dos escalones que conducen a la sala de estar. He pedido perdón a cada habitación por lo que anoche pensé de ellas.

Sigo preocupada con el liceo, y hoy debo asistir. Me habría gustado que Tim tuviera que frecuentar el liceo. Incluso un hermanito pequeño sería mejor que nadie, pero apenas está en la básica. Ya ha conocido por la calle a un muchacho de su misma edad, y esto debería alegrarme, pero no me alegra, me entristece. Alexandria todavía está en segundo; uno de sus maestros vive cerca de aquí y tiene una hija de la misma edad, de modo que al terminar sus clases irá directamente a la casa de ellos. 

¡Qué suerte poder hacerse con amigos y con todo! Para mí, como siempre, nada. Un inmenso nada, y probablemente es lo único que merezco. 

¿Irán vestidos como en casa los muchachos de mi liceo? Espero que no sea tan distinta a ellos como para que se queden mirándome todos. ¡Oh, cómo me gustaría tener una amiga! Pero será mejor fingir una gran sonrisa, mamá me está llamando y debo contestar con una «actitud que determinará mi actitud». 

Uno, dos, tres: allá va la mártir.

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