AMORES

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Todo había sido demasiado repentino al término del cuarto año en Hogwarts. Draco y Miranda habían peleado mucho por causa de Harry. Harry Potter siempre era motivo de discusión con su primo y a la inversa; Draco malfoy siempre era un tema de discusión con su mejor amigo. Sin embargo, a pesar del torneo de los tres magos y de la tragedia ocurrido durante el mismo, las cosas estaban bien en la joven pareja.

Era cierto que... las cosas con Harry habían cambiado. Harry le había revelado a Miranda que uno de los mortífagos que vio en el cementerio era su tío. La chica presentía varias cosas y por supuesto, sabía que el hombre nunca había dejado las artes oscuras. Sólo que... le gustaba pensar que su tío no era el villano del cual todos hablaban. Incluso durante mucho tiempo se negó a creer que había sido él el causante de que Ginny Weasley casi muriera dentro de la cámara secreta. Pero Dobby le contó lo ocurrido.

Miranda no podía odiar a Dobby, pero cómo le habría gustado que el elfo mintiera. Por desgracia, todo cuando aquel elfo dijo debía ser real. Ahora, a inicio de vacaciones, Draco Malfoy y Miranda se encontraban en Malfoy Manor, y tras haber solucionado problemas de celos y relativos al niño que vivió, se encontraban muy felices el uno en brazos del otro.

Miranda se colgó del cuello de su primo y sus dedos se enredaron en los cabellos rubios de Draco. El chico por su parte la abrazó firmemente por la cintura y sonrió contra los labios que tanto le gustaban. Quince años y enamorados... eso no se veía todos los días. 

—Te amo —murmuró Miranda en medio de un suave suspiro.

—Yo también te amo, bebé —respondió el rubio con una sonrisa.

Siguieron besándose largo rato. Aquellos besos eran húmedos y cargados de sentimiento. Así los encontró Severus Snape minutos más tarde. Uno de los elfos de la casa le informó que la señorita Malfoy se encontraba en los jardines junto a su prometido. El profesor no dudó en dirigirse hacia allí y revolvió los ojos ante la empalagosa imagen.

—Le sugiero, señor Malfoy —comentó en su característico todo de voz utilizado durante las clases— que cuide mucho sus manos. A este paso, pronto se convertirá en pulpo.

La sonrisa irónica de su padre al terminar de decir aquello, provocó que la joven se echara a reír negando divertida.

—Basta, papá. No estamos haciendo nada malo.

—Es lo menos que puedo esperar del señor Malfoy, ¿cierto? —miró al chico, quien nervioso pasó saliva—. Si estuviésemos en el colegio ya habría perdido unos cuantos puntos señor Malfoy.

—Basta, papá —repitió divertida la chica.

—Descuide, señor —respondió Draco sin soltar a Miranda—. Yo estoy enamorado de su hija, y la respeto.

—Además de ser un dragón es todo un caballero, papá.

—No lo sería luego de que le aplicara la legeremancia... por eso no me arriesgaré —sonrió de nuevo el profesor. Para ninguno de los presentes pasó desapercibida la palidez del chico.


Draco observó a Miranda de pie desde la puerta mientras la joven terminaba de hacer sus maletas. 

—¿Realmente debes irte?

—Debo hacerlo, dragón —suspiró—. Mi padrino desea llevarme de paseo y sabes que únicamente puedo verlo cuando estoy con mi padre.

LA PRINCESA MALFOYWhere stories live. Discover now