LA PRINCESA MALFOY

SONATINA

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.

La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

Hermione terminó de beber su ya algo frío café y suspiró con lastima al contemplar a la princesa de los Malfoy. Era, quizá, la que menos parecía entender a la joven, pero también era su amiga y le gustaba escucharla y darle consejos cada que podía, aunque por excelencia fuese Miranda quien terminaba aconsejando a todos.

Aquel sí que era un dato bastante curioso. La misma Miranda Malfoy, quien ahora se presentaba como Miranda Snape, era la que solía darle consejos a todos cuanto se encontraban a su alrededor incluso si su mundo se caía a pedazos. Mas ahora ahí estaba Hermione Granger frente a la hija única del profesor Snape tratando de reconciliarle con quienes siempre serían, para bien o para mal, su familia y con quien, al parecer, nunca dejaría de ser su gran y único amor.

—Pues ya te lo dije —repitió Hermione en tono suave, solo para dejar aún más claro su punto—. Yo creo que tarde o temprano tendrás que enfrentarte al pasado, Miranda... No puedes estar así más tiempo. Lo sabes.

—No es tan sencillo, Hermione. Yo sé que una parte de ti me entiende, pero la otra quiere matarme... —murmuró con una risa bastante suave retirando un mechón de cabello que le cubría parte del ojo derecho—. Créeme, amo a mi tío, lo amo a pesar de todo. Amo a Narcissa Black incluso si permitió que su hermana me humillara y me torturara tantas veces... pero... no me siento lista para volver.

—No se trata de volver, Miranda. Se trata de... de hacer las pases con el pasado. Los Malfoy son de las peores familias que he conocido, es cierto, pero son tu familia... y aunque hicieron cosas horribles, antes del regreso de Voldemort ellos te amaron y cuidaron... Incluso si te castigaron unas cuantas veces por juntarte con el niño que vivió, un Weasley y una sangre sucia —comentó con una sonrisa divertida.

Miranda sonrió de igual forma.

—Yo les debo mucho... estoy consciente. Pero también estoy consciente de todo el daño que hicieron al mundo mágico... de los muggles que mataron, las órdenes viles y crueles que cumplieron. Tengo grabado en mi memoria todo el martirio que viví a su lado luego del retorno de Voldemort... Quisieron salvarse a costa de mí, Hermione. Lo sabes bien.

Hermione respiró hondo y asintió con pesar.

—Tienes razón. Eso también lo sé... Demonios, Miranda. Definitivamente la situación con tu familia no es sencilla... sin embargo, si Albus Dumbledore, el hombre que tu madre eligió como tu padrino y la persona a tu cargo, te entregó en los brazos de Lucius Malfoy... debe significar algo, ¿no crees? 

La hija de Snape pareció meditar en las palabras de su amiga.

—Piénsalo. ¿Acaso no fue tu padrino quien, además de ti, confió en el alma pura de Draco? Sabían que aún no estaba corrompido... aún podía ser salvado.

—No puedo ir contra tu lógica, por supuesto —sonrió la joven—. Nadie puede. Gracias por escucharme, Herms... en serio. Muchas gracias.

—No hay de qué. Y... Miranda.

—¿Mh?

—Deberías, al menos, hablar con Draco. Sé que... mira, no me digas nada, ¿sí? He hablado con Harry infinidad de veces, conozco su postura sobre verte de nuevo junto a Draco. Conozco a Ronald y al resto de nuestros amigos... pero esto se trata de ti. Yo nunca me llevé con Draco y nunca lo haré. No puedes pedirnos que nos sentemos a brindar a la misma mesa con él... no luego de tanto, pero, hay un pero, se trata de ti —concluyó en tono amable tomando una de las manos ajenas por sobre la mesa entre las propias—. Han pasado varios años después de la Guerra... No muy pocos, tampoco tantos. Mucho menos suficientes. Pero el tiempo ha seguido corriendo... y la única que no luce feliz eres tú. A veces, solo por verte feliz, desearía con todo mi corazón que la sobrina de Lucius Malfoy regresara.