Capitulo II "Primavera" (Parte I)

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Bueno gente...sé que me he tardado un poquito *toz* un millón *toz* de tiempo en publicar el capítulo que sigue asi que, decidí publicarlo en partes para que no tengan que esperar tanto. Ya está casi listo el capítulo, solo hace falta terminar de pasar lo que sigue pero de esta forma no tendran que esperar tanto ; w ; perdonen mi tardanza, pero si tienen que culpar a alguien, que sea a la universidad.

                                                                          ~MORGAN~

-Smith- la chica emitió un chillido dándose la vuelta y enfrentándose a la puerta cerrada de su habitación. Sus ojos abiertos como platos.    

¿Cómo era posible que la directora la fuera a regañar sin siquiera salir de su cuarto?

- ¿Está decente?- Morgan bajó su vista a su uniforme mal abrochado y ajado, a las medias cuya tela ya presentaba un color marrón en la planta del pie y el desorden que eran los pliegues de su vestido.

 -Depende- murmuró. Al otro lado la mujer suspiró en frustración.

-Tenemos una estudiante te de último momento.- dijo impacientemente la directora.- Y la única habitación con espacio es la suya. De manera que le informo que de ahora en adelante compartirá habitación-

 “Se suponía que estaría sola”  No era que estuviese siendo egoísta, aunque en parte había comenzado a acostumbrarse a su nueva privacidad; era el tipo de persona que llegara a tocarle lo que le preocupaba. La vida podría volverse algo tediosa si su compañera de cuarto no le agradaba.

-Señora Úrsula- silencio. Se había ido. –Genial…roguemos que por lo menos sea alguien amable.- desabotonó los botones azules de su uniforme y se quitó sus medias. Mejor era comenzar otra vez, pero tendría que apurarse. Ya casi era la hora del desayuno y antes muerta que quedarse sin comer. Dios sabía que iba a necesitar esa energía.

                                                                                  ~MARINA~

 -Ahora recuerda darle la bienvenida a todos- le susurró su madre ofreciéndole una sonrisa amable tratando de infundirle algo de confianza.

- De acuerdo- le respondió seguido de una risa seca. No le venía muy bien ser el centro de atención de un grupo de personas y peor aún, personas de el pueblo que de seguro recordarían cualquier vergüenza que cometiese.

-Lo harás de maravilla hija mía- el suave contacto que le dio su madre en el hombro, la sacó por un breve momento de sus pensamientos caóticos. Asintió y trato en vano de sonreírle pero simplemente no se le posibilitaba hacerlo.

Su madre le tomó de la muñeca enguantada y colocó en esta un brazalete de plata, sumamente sencillo pero con una brillante gema de un tono celeste aquamarina que parecía emitir una brillantez propia. Acomodo sus lentes llevándose su muñeca a sus ojos para admirarla mas de cerca. Era, hermosa. Le encantó.

-Mamá… - dejó caer su brazo y dirigió la mirada a su madre. Esta vez si logró darle una sonrisa genuina.

- Le perteneció a tu abuela y luego me perteneció a mi. Ahora creo que es tiempo de que tu lo tengas- Escuchó en silencio su voz sintiendo una tibieza esparcirse por su pecho ante el cariño que le daba su madre.

-Gracias mamá… yo- El chillido de una de sus hermanas la interrumpió. Con un suspiro su madre la abandonó. Le hubiese gustado poder abrazarla o terminar su frase por lo menos, pero ésta se había ido muy rápido. Solía suceder. Eran tres después de todo. Y ella era la mayor, lo cual significaba que la atención de su madre no estaría puesta mucho en ella…a veces la extrañaba…pero este no era el momento para lamentarse.

Sus ojos oscuros se posaron nuevamente en las escaleras frente a ella. Una tenue luz amarilla se escurría desde el piso inferior iluminando el empapelado floreado de las paredes; los murmullos y risas de los invitados hacían eco levemente a su vez. En lugar de sentirse atraída por la atmosfera acogedora que se percibía, sus nervios se dispararon nuevamente, como si nunca hubieran sido aplacados.

 -Bien- tomó aire y lo dejo escapar de sus labios. –Es momento de bajar…-

 Llamas…gritos…oscuridad…

Despertó exaltada y jadeando con pesadez. Pasó una mano por su rostro y lo notó húmedo y frío; una fina capa de sudor lo cubría. Por inercia buscó sus lentes en la mesita de noche junto a ella, pero recordó que los había perdido.

Observó el sol del alba alzarse en el cielo. La luz que emitía hacia la habitación, era suficiente para que lo distinguiera de forma algo borrosa y le facilitara un poco ver el resto de la habitación.

El cuarto era bastante pequeño. Solo había una ventana. La cama también era también chica, las sábanas apenas si cubrían por completo su cuerpo. Al jalarlas un poco, sus pies quedaron descubiertos. Suspiró y pasó sus dedos por la bola enmarañada en que se convirtieron sus cabellos negros.

Justo en aquel momento la puerta se abrió poniéndola alerta.

 -Buenos días Señorita Marina- reconoció la voz ronca y rasposa al instante.

-Buenos días Señora Agatha- le respondió débilmente. La mujer acortó la distancia con rápidez, apenas si se requerían dos o tres pasos para hacerlo de igual forma, y se postro frente a ella. Le jaló una de sus manos bruscamente y coloco algo metálico y frio que identifico como lentes.

Algo dudosa, se los colocó y veía perfectamente. Los acomodó bajando su vista pensativa ¿Cómo podrían haber sabido que tipo de espejuelos usaba ella? 

- ¿Son estos mis lentes?- aquellas palabras incrédulas se escaparon de sus labios.

-Por supuesto. ¿Cree que la Señora Úrsula es adivina?- mustio la señora Agatha. La levantó jalándola de los hombros hasta ponerla en pie. Un ardor atravesó su pierna al rato que ella siseaba en respuesta al dolor; la anciana pareció no darse cuenta.

-¿C-cómo los..?-

- No son sus asuntos- le cortó irritada –Mi deber es curarle y vestirla para su primer día de escuela, no responder sus preguntas- Marina cerró su boca, antes entreabierta y permaneció en silencio. Su cuerpo poco a poco se tensó.

Se había olvidado por completo de ese pequeño detalle. Toco instintivamente su brazalete, jugueteando con los dijes sin mirarlos; pequeños fragmentos de su sueño comenzaron a reaparecer, pero velozmente los ahullentó. No quería pensar en ello.

La señora Agatha empezó a remover su vestido maltrecho e intento concentrarse en eso y nada más. 

Rosas de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora