5. La avaricia consume el fuego

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Toda la estación de policías estaba hecha un caos, incluido Jung Jaehyun, quien recibía llamadas de los familiares de un supuesto chico desaparecido. Al parecer el chico llevaba más de 48 horas fuera de su casa, no se había presentado al trabajo ni había avisado a nadie sobre salir del pueblo. Lo primero que pensó la familia fue en un secuestro, y con el caso del asesinato de hace unas semanas todo se estaba complicando. Además, su compañero Yuta no estaba siendo de mucha ayuda, el extranjero le dejaba todo a Jaehyun mientras él investigaba a Seo, pero no estaba seguro de eso, estos días Yuta estaba actuando extraño, como esas veces que llegaba golpeado en diferentes zonas del rostro, tenía rasguños, mordidas y moretones; para su compañero no pasó desapercibido.

Primero debía investigar sobre el chico Dong Sicheng y su extraña desaparición, después hablaría con Yuta sobre su ausencia en el trabajo de equipo. Su amigo siempre fue un lobo solitario, pero ahora casi ni se aparecía por la estación.

En cuanto a Nakamoto, se encontraba teniendo relaciones con Taeyong, el chico tenía heridas por todo el cuerpo al igual que Yuta, pero nada de esto les impedía continuar satisfaciendo su lado primitivo. El japonés había llegado a un punto en el cual la violencia y el sexo venían en el mismo paquete todo incluido. Recordó como se sintió al matar a Sicheng y luego violar su cuerpo, fue satisfactorio y especial. Le gustaba mucho Sicheng, era su tipo ideal, pero más le gustaba hacerlo sufrir hasta el final.

John Seo regresaba esa noche al pueblo, estaba inquieto por eso, pues lo había llamado para avisarle que tenían hablar de un asunto serio. Sabía que se trataba de Taeyong, el hombre no era tonto, ¿cuánto tiempo más podría ocultar al chico de su jefe? No mucha más que esa tarde. La idea de deshacerse de su amante no le agradaba, pero el trabajo era el trabajo.

Yuta lo puso de este modo: era su cabeza o la de Taeyong.

Por eso tuvieron relaciones como si fuera la última vez, fuerte, duro y rápido. Taeyong había tenido tres orgasmos y Yuta dos, junto a un montón de heridas más. Al finalizar besó los labios del chico con suma dulzura, como si él fuera un muñeco de porcelana que estaba a punto de romperse. Lo llenó de caricias suaves y uno que otro beso casto a esos labios magullados de cereza. Le encantaba Taeyong, era su droga que lo inducia a cometer locuras y al igual que cualquier estupefaciente la sensación de gozo debía acabar en algún punto.

El rubio le sonrió antes de cerrar los ojos y caer en un profundo sueño, era el momento perfecto para acabar con su novela erótica.

El primer golpe rompió la preciosa nariz del muchacho, su llanto estruendoso hizo que el flácido pene del hombre creciera de nuevo. Taeyong lo calentaba con todo lo que hacía, lo extrañaría. El siguiente golpe fue directo a su estómago, el chico se retorcía entre las sabanas manchadas de semen.

—¡Yuta! ¡¿Qué haces?! ¡Me lastimas!

Taeyong intentó defenderse dando patadas a Yuta, pero era inútil con lo determinado que estaba su amante a acabar con él. El rubio sentía pánico de Yuta, tenía los ojos oscuros e idos. No podía con él, el hombre era como una bestia en busca de su presa. No saldría bien parado de esta.

Yuta pensaba que dañar el hermoso rostro de Taeyong era un desperdicio, no golpearía más al chico. Al menos no en el rostro. Yuta mordió al chico en la cadera, hincó sus dientes hasta que terminaron llenos de sangre, no paró ahí. Mordió sin piedad las piernas y brazos del chico mientras este solo golpeaba a Yuta con todas sus fuerzas. El pelirrojo posó sus manos en el esbelto cuello de su amante y presionó con fuerza. Taeyong tosía y buscaba recuperar algo de aire, pero la presión era grande y no lo dejaría ir.

Su agresor pensó en las muchas veces que lo asfixio por puro morbo, en todas esas ocasiones se imaginaba qué pasaría si llegara hasta el final; ahora lo sabría. Las lágrimas de Taeyong mescladas con la sangre de su nariz rota lo hacían lucir precioso. Yuta exhaló aire cuando se frotó contra el muslo desnudo del chico, gimió cuando los ojos de su victima se fueron hacia atrás y se corrió cuando al fin dejó de moverse.

El depredador dentro de mí » Yuta centric!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora