Solitaria camina la Bikina
Se veía a cierto pelirojo caminando por las calles de Nueva Ciudad Ninjago, la capital del país; llevaba puesto unos jeans azules oscuro y una chamarra azul rey. Su mirada era fría y sin vida, ni siquiera miraba a la gente que transitaba por lo que empujaba varias veces para poder pasar
La gente se pone a murmurar
Debido a esto la gente lo miraba, algunos con odio y otros confusos, algunos le gritaban y otros se disculpaban pero el maestro del rayo no hacía más que asentir y seguir su camino.
Pasa luciendo su real majestad.
Pasa, camina, los mira sin verlos jamás.Llegó a su destino, entró en el Bounty para ser recibido por sus amigos más este no dijo nada y fue a su cuarto, ni siquiera les dirigió la mirada. Ni siquiera una sonrisa.
La Bikina.
Cerró la puerta con fuerza para acostarse en su cama, cuando lo hizo abrazó su almohada y empezó a llorar.
Las lágrimas quedaban impregnadas en la tela, apretó más la almohada para tratar de contener su llanto más era imposibleTiene pena y dolor
Muerde con brusquedad la almohada, no quería que los demás supieran que estaba roto, quebrado, sólo por un mal de amores.
La Bikina
Si tan sólo pudiera retroceder el tiempo, de cambiar el destino, de haber echo algo antes...Pero ya era tarde, tarde para él
No conoce el amor
Creyó saber qué era el amor, lo que era sentirse amado y que su amor platónico ya no era platónico, sino algo real. Creyó conocer a su amante tan bien...Pero el destino tenía otra jugada
Altanera, preciosa y orgullosa
Quería hundir sus penas otra vez pero no, no lloraría más por alguien que no lo valoró. Su orgullo, su maldito orgullo no se lo permitía.
-¡M-mierda!- Exclamó con algo de dificultad en sus palabras, sus lágrimas no cesaban por lo que si abría la boca estallaría en llanto otra vez.
Afuera del cuarto se veía a cierto azabache fornido escuchando, o tratando, lo que pasaba en el cuarto de Jay.
La forma en la que llegó al Bounty no era normal, al menos no en él, y eso lo preocupabaNo permite la quieran consolar
El maestro de la tierra decidió entrar al cuarto, vió que el pelirojo estaba acostado en la cama mirando a la pared. Se acercó y se sentó en la orilla de la cama
-¿Jay, estás bien?- Su voz era de preocupación, y eso lo notó el de pecas pero no volteó a verlo
-¿Acaso te importa?- Soltó cortante, sabía que si le decía la verdad estallaría en lágrimas, pero no, no iba a dejar que lo viera débil, jamás.
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Ninjago •[One Shots]•
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