Liberalidad.

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Descalza, caminó hacia su dormitorio. Era su refugio, el lugar perfecto de aislación continua.

Entró, cerró la puerta y se recostó sobre la cama, mirando el techo, pensando, entrando de a poco en su propio mundo, el único que soportaba.

Se llamaba como su madre, Lyan. Tenía 2 hermanos y 2 hermanas, con un padre separado de la familia.

- Hola Lyan, vamos al baño, ahora.

Allí se encontraba, Lyan con un compañero de clase besándose. Ella siempre tomaba la iniciativa, tenía esa fama un tanto discreta, tenía experiencia. Él gemía, mientras ella azotaba su cabeza con fuerza en la parte baja de su compañero, para luego pararse, y ponerse encima. No supo qué hacer, al ver que su acompañante temblaba, al punto de casi llorar. Se separó bruscamente y le insistió: - Mierda, no me digas que es tu primera vez. Él a su vez dijo : - Sí, Lyan. Te amo y por eso decidí hacerlo ahora y aquí contigo.

Se limpió la cara, abrió la puerta del baño y le dirigió la última mirada, diciendole : -No seas tonto. Nunca más me vuelvas a hablar. Ni pienses acercarte.

Otro día de escuela. Lyan se acercó a una compañera de clase y le dijo suavemente al oído que tenía que venir a su casa después de clases, y así sucedió.

- No tengo que recordarte que no soy lesbiana, cierto? - dijo Lyan.

- No, pero eres cruel porque sabes que yo sí.

Lyan la empujó hacia la cama y comenzó a besarla, bajándo por su cuello hasta sus pechos. Ahí hizo su gracia, la cual aprendió de algunos encuentros con mujeres mayores. Lubricó sus dedos y fue hasta el final. Le gustaba empoderarse, sentir el poder, se sentía soberbia. Su compañera le agradeció de la mejor forma, oralmente. Pero por alguna razón, Lyan no sentía nada, cada vez que alguien intentaba darle placer, ella paralizaba todos sus sentidos y sólo recordaba a alguien, esa persona que la hizo cambiar para siempre.

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