Capítulo 7

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Como todos los días desperté muy temprano hacer mis actividades con la diferencia que estaba emocionado de saber que me prepará Renata para el desayuno. En el camino al trabajo me desvié y pase a una cafetería cercana, tenía que cumplir parte del trato.

Cuando llegué al área de comida de la oficina la vi con sus jeans ajustados, una blusa entallada con escote en la espalda, sus rizos hoy estaban al aire libre y domados. Se notaba en el ambiente que era sábado por la mañana, todos llegaban relajados con su ropa más casual. Me acerqué a ella por la espalda y sople su cabello suavemente.

- ¡Llegaste!

Dijo en voz alta y me dió un abrazo.

- ¡Veo que estás emocionada por verme!

- Vamos, deja tus tonterías y siéntate a comer que se pondrá frío.

Debo admitir que olía exquisito, llevo platos de loza y vasos de cristal, llevo detalles para este pequeño desayuno rápido de oficina. Este detalle jamás lo había tenido nadie conmigo. Ella observaba como devoraba su delicioso omellet de espinacas y champiñones.

- ¡Delicioso Renata! Tenías oculto tus dotes de chef.

- A la orden cariño, serías inmensamente feliz conmigo.

Ayude a levantar las cosas del desayuno y me di cuenta que ella no había tomado su café.

- ¡Ey ricitos! no haz tomado tu café.

- Las cosas sencillas y los detalles se disfrutan con calma. Lo complicado y difícil conlleva esfuerzo y es lo más placentero de disfrutar cuando lo logras.

No comprendía sus palabras en ese instante pero ese desayuno sencillo fue importante para mí, alguien por fin disfruto de mi presencia sin tener que ser el centro de atención y sin tener que pavonearme para que todos me vean.

Comencé a darme cuenta que Renata me daba paz y me permitía ser yo sin tener que fingir o llamar la atención.

Pasaron los días, los mensajes continuaron, los cafés, las miradas, las sonrisas y el roce de su piel era cada vez más cercano. Olvidé los fines de semana de diversión y comencé a vivir con ella experiencias sencillas pero humanas.

Me llevaba a caminar por las noches bajo la luz de la luna, platicábamos sobre sus sueños yo platiqué sobre los míos, mi sueño de tener un bufete de contadores exclusivos, jamás se lo había contado a nadie que no fuera mi madre. El camión de comidas de la primera cita se volvió nuestro lugar favorito. Los días de volvieron meses y durante esos meses no hacía más que pensar en ella y su sonrisa.

Un día la invite a comer a mi restaurante favorito, todo marchaba bien hasta que llegó Ximena a tomar la orden. Se mostró molesta, furiosa diría yo.

- ¿Qué van a ordenar?

- Hola preciosa, yo quiero unos camarones a la mantequilla.

- Mi nombre es Ximena señorita.

- ¡Ah! disculpa, Ximena. Mejor cambia mi orden quiero unos camarones a la diabla, se ve que esa es su especialidad el día de hoy.

Y solto una risa picara.

- ¿Y para usted?

- Yo quiero ...

- ¡Ah! no me diga, adivino, un par de huevos estrellados, para dejar de enamorar a las chicas y utilizarlas.

Nos quedamos callados, vi como Renata miró a la chica con ternura y después me miró con desprecio y enojó.

- Sabes que preciosa, mejor cancela mi pedido. Se me acaba de ir el apetito, con permiso.

- Renata, espera.

La tomé de la mano y le pedí que no se fuera.

- A esto me refiero Josué. Tus acciones tiene consecuencia y pensé que estabas listo para mí. Veo que aún falta mucho para eso. Suéltame por favor, me quiero ir.

Solté su mano y por primera vez sentí que esas palabras dolieron más que mil insultos de las chicas a las que alguna vez desprecié.

- ¿Qué demonios te pasa Ximena?

- ¿Crees que olvidé lo que me hiciste ? No soy un objeto Josué, soy una mujer que estaba locamente enamorada de ti.

- ¡No seas estúpida Ximena! ¿cómo te vas a enamorar de mi?, si jamás habíamos hablado hasta esa noche que estúpidamente te invite a salir.

Me aleje de ella y corrí detrás de Renata. Logré alcanzarla al salir del restaurante por más súplicas que le hice ella simplemente no quería saber de mi.

- No me sigas Josué, déjame sola no tengo humor para lidiar contigo hoy– camino a paso veloz y se perdió entre las calles.

Ese día sentía una presión en el pecho, lastime a Renata y sus palabras me lastimaron más.

JOSUÉ y su historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora