Caminaba descalza sobre un césped de un verde intenso y blando. Miré a mi alrededor, estaba en mitad de un campo llano y no había nada a mi alrededor, estaba sola o eso pensaba. A lo lejos, a mi derecha escuchaba risas y decidí acercarme. Caminé durante lo que me pareció una eternidad hasta que a unos metros delante mía vi un sauce llorón junto a un río.
A la sombra del sauce había dos siluetas abrazándose.
-¿Hola? -Grité pero no hubo respuesta asé que me acerque hasta estar a escasos metros de ellos. -Disculpen, ¿dónde estoy? -Seguía sin haber respuesta. ¿A caso no me veían?
Eran un chico y una chica, se veían muy enamorados. Ella era preciosa, tenía el pelo largo y ondulado, tan oscuro como el más profundo de los pozos de la tierra, unos ojos penetrantes y negros y labios carnosos y rosados. Desde luego era preciosa, parecía perfecta. Pero cuando me fijé en él me quedé sin aliento.
Sus fuertes brazos rodeaban a la jóven de manera tierna. Tenía el pelo corto y unos rizos dorados y brillantes como el sol. La mandíbula cuadrada parecía esculpida por las más finas manos y sus ojos eran seductores de color esmeralda. Pensaba que no existía nada más bonito que esa armonía entre sus facciones y entonces sonrió. Una sonrisa que hizo que cada célula de mi cuerpo vibrase.
Ella le miraba atónita, perdida en algún lugar de aquel universo del que yo también quería formar parte. Sin embargo él observaba el agua cristalina descender lentamente por el río.
-¿Sabes? -Dijo ella. -Creo que te quiero. -El chico esbozó media sonrisa y le besó la frente.
La joven relajó su postura y se acomodó en sus brazos. El momento era tan intenso que incluso yo misma podía sentir el calor de su cerpo. Ella empezó a acariciarle los músculos del brazo con ternura de arriba hacia abajo. Pude ver claramente como a él se le erizaba el vello y la piel del cuello se le ponía de gallina. Dirigió su mirada hacia ella y agarró con suavidad su mentón.
Sabía lo que iba a ocurrir, ella cerró los ojos esperó el beso con ansias. Con tanta ansia que incluso yo misma lo estaba esperando. Se me aceleró el corazón y me faltaba el aire. Él pasó los dedos desde el mentón hasta su nuca y jugó con su pelo mientras se acercaba lentamente a sus labios. La tensión sobre mi cuerpo era insoportable, necesitaba con ansias ser yo aquella jóven a la que estaba a punto de besar a pesar de no conocerlo.
Ella se giró quedando de rodillas delante suya. El muchacho bajó la mano desde su nuca hasta sus caderas y sonrió contra sus labios.
-Bésame ya -Susurró la joven ansiosa. Y lo hizo. Un beso tan apasionado y sensual que casi podía sentirlo en mis propios labios.
-Eres muy dulce, ¿sabes? -Dijo él separando su boca de la de ella. Tenía una voz suave pero varonil con un matiz de ternura y desde luego muy familiar.
-¿Cómo de dulce? -Preguntó ella sonriendo. Él sonrió y volvió a besarla.
-Como el melocotón, -hizo una pausa y la besó. -Como las uvas en otoño -y volvió a besarla. Eran besos tiernos y llenos de amor sincero. -Deberíamos irnos, se hace tarde.
Su voz me resultaba cada vez más conocida. Se puso en pie y ayudó a la joven a levantarse. Era mucho más alto que ella.
-¿Cuándo volveré a verte? -Preguntó ella.
-Mañana, aquí a la misma hora. -Respondió él y le dio un último beso. Las últimas palabras rebotaron en mi cabeza y entonces lo reconocí era él.
Desperté en la misma posición en la que me había dormido pero fuera ya era de noche. Los cascos se me habían caído de los oídos y el iPod se había quedado sin batería. Rebusqué en mis bolsillos hasta dar con el móvil. Eran las cuatro y media de la madrugada. Encendí la linterna del móvil y descubrí a mi lado en la cama una bandeja con un bol de sopa que ya se habría quedado fría, un yogur de fresa y un vaso de agua. Me rugía el estómago así que me estiré a por el yogur.
-¿Te encuentras mejor? -Preguntó Ethan. Dejé el yogur a medias. Por primera vez en las últimas semanas realmente tenía ganas de hablar con él.
-Ethan... -Susurré. -¿Qué te pasó? Quiero decir... no hace falta que me lo cuentes si no quieres, pero ya que vamos a convivir una larga temporada supongo que deberíamos conocernos.
-Asesinato. -Me estremecí.
-Deberías terminar de comer y dormir un poco. Se limitó a contestar Ethan. Me quedó claro que no quería entrar en detalles.
-¿Ethan? -Me terminé el yogur y volví a tumbarme.
-¿Mmmh..?
-¿Sigues sin poder ver lo que yo veo verdad? -No hubo respuesta pero pude casi sentir como sonreía en mi cabeza.
-Aún no -Dijo finalmente. Así que me levanté de la cama, necesitaba con urgencia una ducha. -¿A estas horas, Aria?
Me tambalee por la habitación hasta el baño, junto al vestidor. Encendí el agua caliente y dejé que empezara a llenarse la bañera en lo que conseguía quitarme la ropa.
Sin ropa las vistas eran mucho más espeluznantes. Se me marcaban las costillas, los huesos de las caderas, hombros, rodillas, todo. El cuerpo estaba completamente magullado, raspones y moratones me cubrían desde el cuello hasta los tobillos. Los ojos se me llenaron de lágrimas ante las vistas de mi reflejo.
-En unas semanas estarás como nueva y esto será solo un mal recuerdo. -Ethan intentaba animarme pero solo podía agradecer que no podía verme en esos momentos.
El agua ardiendo hizo que algunas de las heridas picaran pero era reconfortante. Dejé la pierna derecha colgando fuera de la bañera ya que estaba escayolada e intenté relajarme.
YOU ARE READING
A Ciegas.
Teen FictionAmar al alguien a quien no has visto ni tocado jamás no es sencillo pero es posible. Tras un accidente de tráfico que casi acaba con su vida incluso antes de que haya empezado, Aria Brawn descubrirá que el amor es más que físico, es cosa de almas.