—La herida que ha dejado la muerte de Marina tardará en cicatrizar- habló Azucena. -Necesito vuestra ayuda para poder lograrlo, la de todos.- Miró a Guzmán. -Guzmán, no puedo ni siquiera imaginar por lo que estás pasando.
—No, no puedes- respondió cortante.
Lo conocía perfectamente; sabía que aunque sonara frío, por dentro estaba destrozado.
Guzmán no despegó la mirada de Azucena.
—Ahora imagínate, encontrarte al culpable de todo, en los pasillos, al culpable de todo ese dolor.
—Samuel no es el culpable de nada- intervino.
—Sí, Samuel. No hubiera entrado en este colegio, si Samuel y su maldito hermano se hubieran quedado en el pueblo donde pertenecen, nada de esto hubiera sucedido.
Me giré y miré a Samuel, quien mantenía la cabeza agachada.
—Marina está muerta- Al escuchar eso, miré a Guzmán, quien se había puesto de pie. -Mi hermana... Está muerta con 16 años, ¿eso te parece justo?
—No voy a discutir esto contigo- le respondió Azucena.
Guzmán se giró, quedando cara a cara con el aula.
—¡A partir de ahora, si habláis con el puto camarero, para mí estáis muertos!- señaló a Samuel.-Es él o yo.
—Esto no es una cuestión de bandos, Guzmán.
—Sí que lo es-se giró hacia Azucena-y tú ya has elegido- Sin más, se fue.
Me levanté de mi lugar para ir tras él, pero Azucena me lo impidió.
—Deja que se le pase el coraje-me tocó el hombro. Suspiré y asentí.
Me dirigí nuevamente a mi lugar, y en eso Valerio se levantó.
—Sí, claro-sonrió.-¿Nadie nos va a dar una copa de bienvenida de curso o algo?- Me causó gracia ver la cara de fastidio de Azucena.
—¿Tú crees que estamos para fiestas?
—¿Has visto esta carita?- se acercó a mí y me sujetó de las mejillas. -¿Ves esto? Precisamente, después de algo tan duro como lo que está pasando, lo que necesita esta gente es... divertirse. Divertirse, bailar, beber.
Azucena rodó los ojos y lo ignoró.
...
—¿Por qué no ha vuelto con su madre?- preguntó Ander.
—Porque ella ya no sabe qué hacer con él-habló Lu sin despegar los ojos de Valerio, quien estaba con Polo en las escaleras.-A ver, se lo empaqueta a nuestro padre cada vez que puede, y luego papá se aburre de él luego de unos meses y se lo manda de vuelta. Y así llevamos toda la vida.
—Debe ser duro, ¿no?- habló por fin Carla, despegando la vista del móvil.-Tus padres están divorciados y te devuelven de un lado del Atlántico al otro como una pelota de tenis.
—Pues sí, mírale, el primer día y ya se quiere ir de fiesta el tío.
—Pues yo iré-hablé, Guzmán me miró.
—Yo también,- Carla lo miró-pues alguien tiene que asegurarse de que cuando caiga en coma etílico tenga un cojín en donde caerse muerto y la billetera en el bolsillo a la mañana siguiente.
—¿Ahora eres la hermana mayor?- le preguntó Ander.
—¿Con Valerio? Siempre,- se burló Guzmán. -¿Que no recuerdas que cuando éramos niños me ponía celoso cuando pasaban mucho tiempo juntos?- Lu hizo una mueca apenas perceptible.
