La incertidumbre de un corazón en espera
Juramos quedarnos con los momentos alegres. Esos que fueron reales cuando estábamos todos juntos, me
—Una vez que entras a la Legión, debes acostumbrarte a ver partir a la gente. Pero, ¿estaba yo realmente preparada para perderlo?
La lluvia arrastra tus lágrimas, y yo me quedo de pie intermitente a la espera de que él aparezca.
—Siempre sentí placer al experimentar, sin embargo esta vez la sensación es completamente diferente. Tengo... Tengo miedo de haber errado en lo que creí correcto. Con certeza, puedo decir que estoy arrepentida de la decisión que acabo de tomar.
No Hanji. Tú no has errado. Aún no ha pasado tanto tiempo, estoy seguro de que él de alguna manera regresará convertido, o quizá su sangre Ackerman sea diferente a la nuestra, a la de simples erdianos.
Aún recuerdo sus palabras de aquel día de lluvia: "Estoy en el mismo cuartel de todos modos. Entonces Hanji me deberá un favor en el futuro..."
Sí, fue ese día. Lo recuerdo muy bien.
Me mandaste a Trost a comprar cosas que necesitabas para tus experimentos. Erwin recién nos había dado la noticia de que nos dieron más presupuesto. Él influyó en que los superiores te dieran un voto de confianza, todo fuera por la Legión.
Las calles de esa ciudad aún conservaban un atisbo de vida y de vieja gloria. Ese día en particular todo marchó en calma, compré lo que me solicitaste y algunas cosas más, como chocolates. De esos que solías comer cada que podías.
Sin embargo, el Sol se ocultó y las nubes grises inundaron el cielo para posteriormente derramar gruesas y caóticas gotas de lluvia. Con premura atravesé la calle, corriendo tanto como podía en búsqueda de un pedacito de techo para cubrirme de tal inclemencia.
Suspiré agitado y dejé las cosas en el suelo, mientras tanto aproveché para limpiarme las gotas de agua que se quedaron absorbidas por encima de mi piel. Tan entretenido estaba yo en mi labor que me alarmé en cuanto sentí la presencia de alguien. En tiempos tan caóticos donde la paz es una utopía cualquier interrupción pudo haber sido tomada como un acto de supervivencia. Ese fue el caso. Pero para mi propia sorpresa y alivio Levi apareció.
Su expresión era la misma de siempre; sereno, imperturbable, con un deje de aburrimiento pero a la vez con la humanidad que siempre lo caracterizó. Se recargó sobre la pared y dejó sus pertenencias por encima de sus pies. Al igual que yo, él se refugiaba de la lluvia.
—¿Qué debería hacer?—pregunté para mí mismo. Puede que mi cuestionamiento haya sido dicho en voz alta de forma inconsciente, o tal vez coincidió con lo que dijo Levi a continuación.
—Está lloviendo—expresó, con su voz queda y la mirada puesta al frente, donde un carruaje fino se movía a baja velocidad.
—Levi...—Lo saludé y volteé hacia él en un acto de respeto.
—Descanse, usted es el ayudante de Hanji.
—Asistente de Líder de Escuadrón cuatro, Moblit Berner, señor—corregí de forma casi automática. Él respondió de la misma manera.
—O el chico de los recados.
Habría que ser bastante analítico para notar que detrás de esas palabras había un deje de envidia. O quizá de burla. Sea como sea, aquella reacción tan atípica de él me sorprendió. A decir verdad, ¿cuántas veces hablé con Levi de forma tan íntima? Realmente podría contarlas con los dedos de la mano.