La Historia de Katherine Sobre las Maravillas Recientes

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PARA SORPRESA DE LOS NIÑOS, el dibujo de Katherine empezó  a moverse y hablar, y entonces su voz llenó la estancia. Los insectos dejaron de recoger y los búhos dejaron de ulular. El señor Qwerty pausó su actividad con los demás libros. El único movimiento que se producía en la Gran Raíz eran las páginas que pasaban y el aleteo de las polillas y las mariposas, que aliviaban a los niños del calor veraniego.
Vigilando fuera, Petrov y el oso se inclinaron para escuchar también, porque incluso los caballos y los osos disfrutan de las buenas historias.
—¿Tú también has recibido un regalo? —preguntó William el Menor al dibujo de Katherine—. Si no, podemos compartir el mío cuando vuelvas.
—Tengo un regalo maravilloso —le aseguró Katherine—. Todo es parte de la historia. —Así empezó, con las páginas del libro avanzando mientras hablaba—: ¿Recordáis cuando Sombra desapareció en el suelo para huir de la luz del sol?
Los niños asintieron. La luz era lo único que Sombra no podía soportar.—¿Y recordáis cuando Norte construyó el genio mecánico?
Los niños volvieron a asentir.
—Bien. Ahora os contaré lo que fue del genio.
Los niños se acercaron todavía más, incapaces de apartar la mirada de los dibujos mientras Katherine les contaba lo que había ocurrido durante las últimas semanas.
—Sombra poseyó al genio disfrazado de araña y aprendió el conjuro de
esclavitud de Ombric. Había convertido al mago y a Norte en muñecos de porcelana y se disponía a destruirlos. Pero un niño espectral llamado Luz Nocturna nos salvó a todos.
Los niños suspiraron al oír estas noticias. Petrov relinchó. Incluso las mariposas dejaron de aletear.
—Luz Nocturna es un gran héroe —prosiguió Katherine con el rostro resplandeciente—. Antaño fue el protector del Hombre de la Luna y mantuvo a Sombra encerrado durante siglos. No le teme a nada, es muy poderoso y se ha convertido en uno de nuestros amigos y protectores. Los niños se miraron unos a otros con los ojos bien abiertos.
—Luz Nocturna y yo encontramos a Ombric y a Norte en lo alto del Himalaya, las montañas más altas del mundo. Pero como Sombra se había introducido en el caparazón metálico del genio, no había luz que pudiera alcanzarle, por lo que era prácticamente invencible. Había reunido un enorme ejército de temores. Se produjo una gran batalla en la que todo parecía perdido. Pero entonces… ¡entonces!… Luz Nocturna trajo a su propio ejército a ayudarnos. —¿Qué clase de ejército? —preguntó Petter.
Katherine sonrió.
—¡Luces de luna! Y los lamas lunares enviaron abominables hombres de las nieves. Ya sabéis, de esos de los que Ombric siempre nos había hablado. Son reales, tan grandes como nuestro oso, y hay cientos de ellos. En realidad se llaman yetis.

Los niños vitorearon cuando los dibujos de Katherine mostraron una escena tras otra de la batalla

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Los niños vitorearon cuando los dibujos de Katherine mostraron una escena tras otra de la batalla. Entonces las páginas se detuvieron en un dibujo en el que Katherine, Ombric y Norte aparecían dentro de una especie de castillo.
—¿Qué es ese sitio? —inquirió Sascha. —¡Ah! Esto es el Lamadario Lunar. Fue construido por los lamas lunares. Son hombres santos todavía más ancianos que Ombric.
El siguiente dibujo mostró a Ombric, Norte y Katherine rodeados de yetis y lamas lunares. Después se pasó la página y apareció dibujado el rostro de aspecto más amable que habían visto nunca.
—¿Y ese quién es? —preguntó Niebla.—Ese es el Hombre de la Luna —explicó Katherine. Los niños murmuraron entre sí. ¡El Hombre de la Luna!—. El Hombre de la Luna nos contó que Sombra se había estrellado en la Tierra y que Luz Nocturna lo había tenido atrapado bajo tierra,
durante los siglos que estuvo desaparecido. Según nos contó el Hombre de la Luna, ahora que Sombra ha vuelto, no se detendrá, y nos ha pedido que nos unamos a la
guerra que destruya a Sombra para siempre.
—Entonces, ¿habrá más batallas? —indagó William el Casi-Menor tragando saliva.
—¿Significa eso que no os volveremos a ver en mucho tiempo? —preguntó
Niebla.
—¿Cuándo vais a volver a casa? Os echamos de menos —añadió Sascha. Las preguntas de los niños y las respuestas de Katherine fueron acalladas por un potente graznido. Katherine empezó a reír.
—Os contaré más cosas después… ¡Ahora tengo que cuidar de una cría de ganso!
Sobre la página apareció un dibujo de una ansarina enorme. William el Menor se acercó de un salto para ver mejor y dijo:
—¿Ese es tu regalo?
—Sí. Se llama Kailash. Es un ganso blanco gigante del Himalaya, y crecerá tanto como un caballo. Cree que yo soy su madre. Pero esta noche, a la hora de dormir, mi libro os contará todo sobre ella, os lo prometo.
Después el libro se cerró lentamente y los niños se quedaron con la imposible tarea de esperar hasta la hora de acostarse para escuchar el resto de la historia. ¡Pero eran los niños de Santoff Claussen! Las travesuras y la magia acelerarían el día.
No obstante, para el gusano de luz llamado señor Qwerty no había tiempo que perder. De todos los libros de la biblioteca de Ombric, el de Katherine era el más sorprendente. Se pasaría el día puliéndolo hasta que brillara como una joya.

El Conejo de Pascua y su ejercito en el centro de la tierra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora