Donde Viejos Amigos Se Reúnen

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MIENTRAS WILLIAM EL MENOR y Sascha recitaban, la luz alrededor de los niños empezó a centellear y resplandecer. ¡El Ánima del Bosque se acercaba! 
Apareció ante ellos con un remolino de velos relucientes encajados con gemas diminutas.
—Hora de la lección —susurró con una voz tranquilizadora que siempre alegraba a los niños. Su belleza luminosa y sobrenatural hacía que todas las preocupaciones se
desvanecieran---. Hoy os espera una sorpresa especial.
Las clases en Santoff Claussen eran siempre una sorpresa. En un día cualquiera los niños podían aprender a construir un puente hasta las nubes o hacer que surgiera lluvia de una piedra del río. Por tanto, si el Ánima del Bosque decía que la sorpresa
sería especial, sin duda sería increíble.
Los niños echaron a correr hacia el pueblo acompañados al galope por Petrov y el oso. El Ánima del Bosque planeó sobre ellos, envolviendo a los niños con rastros de luz que les hacían cosquillas y los rodeaban. Solo se entretuvieron para pisotear la
grieta por la que Sombra había desaparecido en su retirada. William el Menor pisó con más fuerza que los demás.
Las clases tenían lugar en la casa de Ombric, en la Gran Raíz, el árbol más viejo del pueblo y el centro de su magia. Las enormes ramas se mecían y agitaban cuando los niños corrían por sus descomunales raíces y se introducían en su interior. Desde
que Ombric había partido en una misión con Norte y Katherine, los padres de los niños habían estado ayudándoles con las lecciones. Pero aquel día realmente les aguardaba una sorpresa. Un montón de paquetes idénticos se apilaba en la biblioteca
de Ombric. Había tantos que las abejas, las arañas y las hormigas, encargadas de ordenar el taller de Ombric, no daban a basto.
El señor Qwerty era el encargado de la biblioteca. Era un gusano de luz al que le gustaban los libros más que nada.
Generalmente se le encontraba reptando por el dorso de un libro o descendiendo por otro, limpiando cubiertas o reparando páginas
rotas. Medía unos quince centímetros y era de un tono verde brillante y primaveral.
Tenía un número considerable de patas y llevaba unas gafas pequeñas y redondas colgando de la nariz. Además, era la mayor autoridad cuando Ombric estaba ausente.

Se deslizó desde los montones de libros para supervisar el envío de paquetes

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Se deslizó desde los montones de libros para supervisar el envío de paquetes.
—Con cuidado —les dijo con una voz sorprendentemente humana. Era el único insecto del mundo conocido que hablaba las lenguas de los humanos.
Por supuesto, los niños examinaron los regalos con mucho interés.
—Parecen obra de Norte —exclamó Niebla.
El comentario provocó una ola de parloteo nervioso. Entonces observaron a un pequeño ejército de hormigas cargando con un paquete mayor que los demás a través
de la entrada de la Gran Raíz.
—Me pregunto para quién será ese —dijo William el Menor con una nota de esperanza en la voz.
—¿No tienen etiquetas? —preguntó Sascha.
En ese instante, la esfera gigante del centro de la estancia —donde dormía
Ombric— se abrió de golpe. El interior estaba vacío excepto por una vara de madera junto a la base sobre la que Ombric dormía de pie. Los niños siempre se habían preguntado cómo conseguía no caerse, pero, según parece, para los magos esto es
normal. Como siempre, la docena de búhos se sentó en sus perchas alrededor de la esfera. Tenían la excepcional habilidad de comunicarse con el mago a través de la mente.

El Conejo de Pascua y su ejercito en el centro de la tierra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora