"Buscaba entre las farragosas
la idea de un amor muerto.Cabellos dorados como la miel de un atardecer
y calor de su sol.Ella giraba alrededor,
una danza subliminal,
un encanto ensordecedor,
panacea al corazón.Ella era la diosa,
Él un simple mortal,
Pero mientras más prohibida la fruta,
mayor es el deseo."Dean levanto la mirada y me vio.
—Es magnifico— dijo en voz alta, Ashley se rio y yo sentía ganas de llorar— En serio Jane, tienes talento— asentí.
—Gracias— la doctora Hansen pudo sentir en su silla de escritorio como mi mente trabajaba para mantener la situación bajo control.
Él, el chico de las poesías, leyendo las poesías que no sabía que eran para él, mi mayor éxito a base de un amor inexistente pero de una obsesión latente, que seguía perdurando a través del tiempo, y era agotador.
No quiero sentirme así, debes dejar de doler, Corazón.
Pasaron unos minutos en los que yo estuve en la sala acompañada de Ashley y Dean, hasta que llegó el atardecer.
—Es hora de irnos, Dean— dijo Ashley sacando una pequeña maleta y una canasta llena de comida. Dean recogió las llaves del auto de Ashley y salió por la puerta, sin despedirse, como de costumbre al parecer.
Antes de salir Ashley se acercó a mi y me abrazo, irían a un Picnic y se quedarían en una cabaña afuera del pueblo, muy romántico según Ashley.
—Hoy es la noche, J— me miró emocionada, mi corazón se detuvo— Esta noche lo haré con Dean— me vino a la mente la conversación del otro día y al instante me arrepentí de ser virgen.
—¿Felicidades?— no supe que más decirle y ella se rió. Lo tomó como una broma. Salió corriendo por la puerta y se subió al auto, partieron enseguida.
Le escribí a Francois.
"¿Estás?" Mando un pulgar arriba. Lo llame.
—Hola guapa— detestaba que comenzara la conversación siempre llamándome por sobrenombres tiernos y amorosos, se me era imposible odiarlo porque me gustara a la distancia, si es que me gustaba.
—No digas eso— me hacía sentir incómoda, él se rió.
—Si lo eres— sonrió— ¿Donde estás?
—En mi casa.
—¿Sola?
—Estoy contigo— me miró mal.
—Ahora estás hablando conmigo, ¿pero físicamente?
—Sí, no hay nadie más que yo— porque me rehusaba a decir en voz alta la frase "estoy sola".
—¿Y Ashley y Dean?
—Fueron a tener sexo en la cabaña a las afueras de La Ciudad— los ojos de Francois parecían salirse de sus cuencas.
—Jane— dijo con advertencia.
—Ojalá estuvieras aquí, así podría perder mi virginidad contigo, Fran— él se rió.
—Pronto iré, no te preocupes, espera un poco más— ese era el problema: esperar.
¿Por que esperaba? ¿Para que? ¿Para cuando llegará el chico ideal? ¿El chico ideal siquiera existe? De todas formas, las primeras veces siempre son las peores, ¿y si mejor me deshago de esto de una vez? Las próximas veces serán mejores.
—No quiero esperar, Francois, quiero hacerlo ahora— él me miró mal.
—No hagas nada de lo que te vayas a arrepentir luego, J.
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El libro de poesías de Jane.
RomanceJane se convirtió en una chica de 23 años con un éxito en librerías: un libro de poesías. Todos piensan que Jane está bien, pero Jane sabe que no lo está. Después de su gira del libro, tiene una recaída: su mejor amiga, con la que vive, empieza a sa...