El libro de poesías de Jane.

Cap.6: hablemos.

—¿Podemos hablar?— pregunto Dean al llegar a mi lado. Mi corazón late con rapidez y mis manos empiezan a temblar. Me aferro al pasamanos de la escalera de afuera de nuestra casa.

—Ehm, hablemos— me pongo de frente a él, me mira y baja unos escalones y me invita a sentarme. Eso hago, queda un espacio como de un metro entre nosotros.

—Cuéntame como te va— dice mirando al lago, yo lo miro a él.

Me parece descarado de su parte, él vino, revolucionó mi mundo sin darse cuenta y luego se fue, sin explicaciones, ni pretextos, aunque tampoco me los debía.

—Bien— él me mira de lado, y hace esa sonrisa pícara que solo a él le sale.

—No seas odiosa, háblame de como te fue con el libro— ¿de verdad buscaba socializar conmigo? ¿Sacarme información? Como si le importara.

—Te estoy diciendo, bien. El libro es un éxito, hice una gira por todo el pais, 6 meses firmando autógrafos y dando entrevistas, todo por escribir palabras bonitas que la gente fea escuchar— me encojo de hombros, él asiente.

—Es un libro muy bueno— lo miró sorprendida.

—¿Tú lo leíste?— le pregunto nerviosa.

—No— un alivio viene a mi cuerpo— Algo así— lo miro nuevamente— A Ash le encanta, suele leerlo antes de dormir, lo ha leído cerca de un millón de veces, la mayoría de sus captions de Instagram vienen de ahí— ese comentario me hace reir, genuinamente, y el ríe igual.

—Sí, ella es mi fan más grande, junto a mamá— Ash puede no saber sobre mi estado mental, ni sobre quien fueron los poemas que escribí, pero siempre ha estado a mi lado— ¿Donde esta? Pensé que andaba contigo— él negó con la cabeza.

—Fue al mercado por fresas— asiento, Ash siempre tiene la casa llena de comida, menos mal. Me muero por preguntarle a él como le fue luego de dejar el pueblo pero, no me atrevo— Ahora que estoy aquí, me gustaría leerlo— mi corazón late con velocidad y me pongo nerviosa nuevamente.

—¿De veras?— digo sin creerlo.

—Sí— asiente— me parece un poco grosero vivir bajo tu techo y no haberlo leído— asiento.

—Está bien, no debes hacerlo, no me debes nada— respondo rápidamente. Él se ríe.

—No, lo haré, así podré comentar con ustedes el buen trabajo que has hecho, Jane, no todos los días conoces a una escritora que haya salido en televisión— niego con la cabeza.

—No soy tan buena.

—No seas modesta.

—Soy honesta: nunca es el artista, siempre es la musa— él alza la ceja.

—Claro ¿y quien fue tu musa?— me río con ironía.

—No quieres saberlo.