El fuego se esparcía en mortíferas lenguas, lamiendo cada rincón de aquel escabroso laberinto de horrores. Gritos espeluznantes brotaban desde el abismo sin fondo; agonía infinita de los condenados.
Muerte, tortura, oscuridad.
Era lo que aguardaba a las almas corrompidas al cruzar las puertas del averno.
Aleth recorría el lugar, inspeccionando cada rincón derruido por las llamas. Una sonrisa, mezcla de odio y satisfacción, afloró en los labios. La gabardina negra resplandeció con la lumbre escarlata; el cabello, otrora bruno, refulgió en un carmín letal.
Detestaba ese sitio con la misma intensidad que lo amaba.
Estiró los brazos, absorbiendo el néctar maligno proporcionado por los pecadores, lo que alimentaba a los demonios de su casta, al que, por su condición, podía acceder libremente. En cambio, los de baja ralea, no contaban con iguales privilegios. Continuó el recorrido, reencontrándose con el entorno. Le pareció que había transcurrido demasiado tiempo desde la última vez que estuvo ahí.
Monstruos, de apariencia repugnante, se apartaron al verla llegar y desde la distancia le hicieron una reverencia; la admiraban por la crueldad de sus castigos. No solo era un demonio peligroso y de alto rango, también la favorita del gran adalid. Habitante de los círculos más profundos, en donde se aplicaban terribles penitencias a humanos infames que habitaron en la tierra.
La mujer detuvo el andar frente a una gran fosa en llamas. Miles de almas se derretían como velas expuestas al calor. Una criatura, de tamaño y aspecto de anfibio, atizaba el fuego con una alegría perversa. Le quitó el instrumento metálico, sin previo aviso. Este se volteó a atacar al que osó interrumpirlo.
—Aleth —agachó la cabeza, advirtiendo quien era.
Ella no respondió el saludo. Con la barra pinchó el cuerpo de uno de los torturados, le dio la vuelta como una carne en el asador. Los gritos del infortunado fueron ensordecedores.
—Este se quemará enseguida —rio fuerte—. No es suficiente con rostizarlos. Exprímelos hasta la última gota, estos infelices tienen mucho para dar. —Estampó a la víctima contra la gigantesca parrilla.
La entidad demoniaca asintió, relamiéndose la arrugada boca, emulando a un perro que aguarda un jugoso festín.
La fémina prosiguió por el túnel, hacia otros lares del círculo. Atrás, los aullidos dolientes aumentaron la intensidad.
Al llegar a la parte más recóndita del séptimo redondel se le hizo raro no escuchar los lamentos del coronel, personaje destacado en el infierno por su rebeldía y alta maldad, que lejos de menguarse, se potenciaba con cada castigo.
Cruzó la estancia y encontró a Nínive sola; en el rostro de esta se reflejaba una rabia descomunal.
—¿Dónde está Naún? ¿Le diste el día libre? —Se carcajeó—. Por todo el infierno se ha esparcido la noticia de que tus métodos ya no surten efecto en el coronel Lamar. Haz algo o corres el riesgo de ser degradada —amenazó.
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Infernum ©
HorrorGavriel Sagardy, escritor caído en desgracia, llevado por la frustración y la codicia, realiza un pacto con un ente de otro mundo. El precio a pagar será algo más que su alma. Aleth, una peligrosa ángel oscura, será quien lo acompañe por el camino d...