Una ligera polvareda se elevó en el aire tras la partida del taxi por la calle de tierra. Gavriel plantó los pies frente a la finca familiar, la mano derecha en el bolsillo y la otra en el equipaje.
Contempló la entrada con una sensación de angustia y temor creciendo en el pecho. Se sintió como el exiliado que retorna a su patria después de mucho tiempo separado de sus raíces. Efecto extraño, dado que hace pocos meses visitó la casona. Era un estado que no podía definir con exactitud, pero le indicaba que algo importante estaba por ocurrir. Determinó que, si cruzaba la puerta, calamidades se desatarían tras él.
Varios minutos mirando el portón, concluyó que estar ahí fue una mala idea. Giró sobre los talones, pero antes de que pudiera dar el segundo paso, la voz de Gina se oyó entre el follaje:
—¡Gavriel, hermano!
No consiguió ubicar con precisión en qué parte del jardín estaba. Se acercó al sitio de donde provenía la voz femenina, en busca del paradero exacto; al levantar la vista, la vio trepada en uno de los árboles de mango de la huerta.
—¡Bájate de ahí! —gritó preocupado—. ¡Te vas a caer!
—No pasa nada —respondió, serena—. Soy una experta escalando árboles, ¿lo olvidaste? Ten. —Le lanzó un mango maduro—. Este año la cosecha será buena, fíjate en la calidad —dijo, refiriéndose a las frutas que colgaban de la inmensa y frondosa mata.
—¿Ya vas a bajar? —insistió, agarrando la fruta en el aire.
—No sé. Tal vez me quede a vivir aquí, hay ramas muy cómodas —comentó, divertida por la expresión agobiada de él—. No soy una niña, Gavriel, sé cuidarme —aseguró, descendiendo por el tronco—. Y ya que estás aquí, tú y yo tenemos cosas que hablar.
Gavriel bufó. La idea de que se quedara a vivir en esa planta de mango ya no le resultó desagradable. En cuanto la tuviera enfrente lo asediaría con preguntas. Odiaba los interrogatorios.
—Resolver esos asuntos con tu editorial te llevó mucho tiempo — Gina le sostuvo la mirada, había un dejo de reproche en la voz—. Me dijiste que volverías pronto y han pasado tres meses. No, no te justifiques. —Lo detuvo al intuir las intenciones—. Me enteré por la prensa, y por los rumores de los vecinos, ya sabes, de tus viajes y presentaciones literarias. Sé que te ha ido muy bien con la venta de tus libros y me alegro muchísimo, solo por eso te disculpo que no hayas tenido tiempo de llamarme.
—Soy un mal hermano, lo sé —admitió apenado—. Siento no haber cumplido con mi palabra.
—Tranquilo, te conozco como eres, así que no estoy desilusionada. No obstante, aunque no guardaba esperanzas de que volvieras, verte aquí, igual me ha sorprendido. Y si a eso le añadimos que tienes un aspecto preocupante...
—Lo sé —confirmó. Por el rabillo percibió ojos indiscretos interesados en la charla—. Será mejor que entremos. Tengo algo delicado que contarte y sospecho que no te gustará —anticipó.
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Infernum ©
HorrorGavriel Sagardy, escritor caído en desgracia, llevado por la frustración y la codicia, realiza un pacto con un ente de otro mundo. El precio a pagar será algo más que su alma. Aleth, una peligrosa ángel oscura, será quien lo acompañe por el camino d...