Brujula

6 0 0
                                    


Mauricio, vamos, camina rápido.- La voz sigilosa de Vanesa traspasaba de a poco las paredes casi de papel que tenían varios de los locales que rodaban la famosa calle Belgrano de la ciudad que en su momento era tan ruidosa y habitada, el pequeño de solo 12 años casi que corría atrás de las zapatillas deportivas de su madre lo más rápido que podía, los rizos colorados le tapaban un poco sus ojitos traviesos y llenos de miedo. Esos ojitos habían visto más sangre y muertes de lo que cualquier niño pre púbero hubiera querido ver en alguna película de terror. Pudo ver como su madre, aquella rubia esbelta y cariñosa que había estado protegiéndolo durante toda su vida e incluido este catastrófico momento se freno en seco, sin soltar ni una palabra.

La mirada inquieta de Mauri se asomo por el costado de esas piernas largas y cubiertas de una fina calza para buscar la razón por la cual se había detenido de golpe, los ojos marrones del jovencito se llenaron de lagrimas al ver la escena que su madre contemplaba con tanto horror, el llanto del bebé retumbo con fuerza en los tímpanos de ambos cuando salieron del estado de shock. La escena sanguinaria se transmitía con facilidad.

Aquel ser de otro mundo, cualquier cristiano hubiera tachado como una de las plagas enviadas para limpiar el pecado del mundo si no hubiera estado viendo aquello ¿Que tipo de pecado  podría llegar a ser este pequeño bebé el cual tenía menos de 3 meses de nació? Se escuchaba, se podía sentir a través de cada uno de los sentidos el sufrimiento y tortura punzante que se vivía en aquella escena, aquel alíen estaba teniendo el mangar de su vida, piel lisa, cuerpo tibio y abandonado en algún lugar de la cruel ciudad en plena merced de aquellos monstruos, a medida que los dientes grandes y afilados del ser iban clavándose en las piernas pálidas y pequeñas de aquel bebé condenado el llanto iba apagándose, volviéndose un silencio brutal la el cual diagnosticaba la muerte invadía aquella pequeña personita,  Vanesa luego de salir del estado de shock momentario tomo a su pequeño hijo entre los brazos y se echo a correr hacía su lado izquierdo, adentrándose en la galería comercial que se encontraba allí, en la plena luz del día las galerías tenían luz hasta una gran parte del interior pero luego de eso solo podías guiarte de tu propio instinto.

Era un laberinto, el pequeño el cual estaba totalmente aferrado a su madre sin ningún tipo de intención de soltarse tenia los ojos clavados en aquella vereda que de manera veloz se iba alejando gracias a los pasos rápidos y desesperados de su madre. Al verse totalmente adentrados en la oscuridad Vanesa bajo a Mauricio de sus brazos dejándolo caminar, tomándolo de la mano con fuerza haciendo que este camine si o si a su lado, aquella galería estaba totalmente vacía, cada tanto tocaban con sus pies sillas tiradas, el olor a putrefacción se acrecentaba a cada paso que daban acercándose al final de aquel pasaje, las zapatillas botitas del jovencito hacían un ruido punzante en las baldosas de aquel pasillo alargado, caminaban con precaución y con cuidado de no hacer más ruido del necesario.

-Ma...- La voz fina y agotada del pequeño se sobreexpuso con los pasos, la galería parecía estar vacía, luego de tanto tiempo que se pasaron observando a estos seres habían descubierto algo útil que les salvaría la vida más de una vez, no vuelven dos veces a un lugar a menos que crean que existe algun tipo más de vida a la cual devorar, siguen su camino si o si.

-Espera a que nos escondamos- Lo dice seria y firme mientas apura el paso a uno de los pocos locales que puede percibir, un local de ropa e indumentaria de gala, tenía dos pisos enormes y la puerta estaba arrancada hacía afuera.

Vanesa sujeto a Mauricio contra una pared entre medio de una planta y un pilar, le hizo seña de que no hiciera ruido, la rubia se sujeto de mejor manera el cabello y camino hasta la entrada de aquella tienda, el local parecía no haber sido testigo de ningún tipo de asesinato, lograron escapar a tiempo ¿O  no? Si no escaparon a tiempo dejaron el local antes de ser devorados, la puerta estaba arrancada así que de una forma u otra habían estado aquí, había una luz flúor contra una de las paradas alumbrando de manera vaga la esquina del mostrador, las zapatillas de la joven caminaban por el local de manera precavida, se asomo en la parte de atrás del mostrador y empezó a abrir los cajones en busca de algo que pudiera llevarse, al menos por esta noche poder proteger a su hijo con algo más que sus manos limpias, saco de uno de los cajones una brújula vieja y color plateado, una pistola sin balas y un alcohol en gel, camino con más velocidad por el local y busco a su hijo alzándolo con velocidad entre sus brazos y nuevamente entrando a aquel local, ya adentro lo bajo de sus brazos y lo escondió entre uno de los percheros llenos de ropa mientras ella buscaba con sus ojos algo que con que tapar la entrada, al no encontrar nada, lanzo un suspiro largo y para pensar por menos de 6 segundos, tomo de la mano a su pequeño y lo condujo escaleras arriba con velocidad, el local que en su momento seguramente era bello e increíblemente encantador en ese justo instante era lo más parecido a cualquier escondite que un ser malvado tomaría para chupar las almas de las personas.

EncerradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora