Una religión sin frontera

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El sudor corría por la frente de Carola, su respiración estaba agitada y en sus oídos retumbaba el latido de su corazón. No se sentía del todo segura detrás de un pilar de una estación de subte abandonada, podía escucharlo. Si, podía sentir como ese ser que la había estado siguiendo hace horas apoyaba sus garras con cautela contra los cerámicos sucios y avejentados de la estación, podía sentirlo cada vez más cerca. Miro hacia abajo de manera pausada, buscando opciones, no tenía municiones, no tenía absolutamente nada con lo que pudiera defenderse, tenía atado en su brazo una camisa sucia que detenía la hemorragia creada por el rasguño de una de esas cosas. No podía creer que hacía menos de seis horas había estado salvando vidas de la calle, la onda sonora que soltó esa nave al irse descompuso su vehículo, su camioneta exploto a los minutos de que ella y su compañero huyeran de ahí, su compañero, el cual había servido como distracción para que ella no fuera devorada primero ¿Acaso el karma actuó de manera rápida haciendo que ahora sea el turno de su muerte?

Las botas sucias, el pantalón rasgado, el cabello enredado y lleno de sangre, los cortes en la cara y la desesperación eran lo que se lograba rescatar de la morena con cabello trenzado que se encontraba acorralada entre un pilar y su muerte, verifico nuevamente sus municiones, como si mágicamente estas fueran a cargarse solo por no usar el arma, el ser no se acercaba a ella solo porque esta despedía olor a muerto camuflándose con todo el olor del subte, quedaba como un cadáver más, solo que con la conciencia viva y más miedo de correr que de luchar. Respiro de manera pausada, calmando su corazón de a poco. Busco nuevamente una salida, si salía corriendo escaleras cuesta arriba había más chance de que el ser la sujetara de los pies y la arrastrara hacía abajo nuevamente, la solución era meterse a las abandonadas vías nunca usadas del subte, debía medir el tiempo y saber cuándo moverse y cuando no, el alien iba y venía por la zona, olfateando, sabía perfectamente que había alguien vivo ahí pero no lo encontraba. Carola se asomó y vio que el ser caminaba en sentido contrario a ella, esa era su oportunidad. Sus botas pesadas fueron arrastradas con ligereza hasta el descenso de las vías, bajo con rapidez y se agacho intentando hacer el mínimo ruido, se apoyó contra las paredes y espero a que las garras del ser se escucharan lo suficientemente lejos como para tener confianza para moverse, pasaron exactamente once minutos, su reloj lo decía con exactitud. Examino su alrededor, ratas e insectos caminaban a gran velocidad, su mirada permaneció neutra, se despabilo el rostro refregándose la cara y comenzó a caminar hacia el interior del túnel. Si no había entendido mal la salida no iba a estar lejos ya que los túneles nunca fueron finalizados totalmente y por ende el subte jamás llego a estar en funcionamiento, esta ciudad se había manejado desde siempre en colectivo o en los propios vehículos de las personas, jamás habían evolucionado.

Un suspiro se escapó de sus labios al darse cuenta que se había puesto a pensar en la vida de los casi extintos cordobeses en lugar de pensar en cómo sobrevivir en esta nueva ciudad apocalíptica, le daba risa que esa fuera su forma de distracción para no perder la cabeza. ¿Pero cómo no hacerlo? Había visto a su compañero siendo devorado, había corrido durante horas de un ser que buscaba comer sus pulmones, no tenía municiones, estaba herida y no tenía ni idea de dónde ir. Se estaba planteando seriamente por qué había decidido ayudar en Córdoba sabiendo que en otras provincias la situación iba a ser más calma, pero ¿qué más da? Tarde o temprano iban a terminar todas iguales, lo que sí. Maldice el momento en que no le dijo a su madre "te amo" antes de salir, esa discusión había interrumpido su merienda y luego la llamada. No tardo nada en decir que sí, quería alejarse de su madre por un enojo fugaz y ahora no sabía si ella seguía viva.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio un poco más adelante a su derecha, una luz color celeste saliendo por debajo de una puerta de servicio, el ceño de Carola se frunció, observo a la puerta de arriba a abajo y no parecía nada peculiar. Sin pensarlo tanto saco su navaja y se acercó a la puerta de manera firme, sus ojos negros deambulaban de una esquina del portal a otro mientras que sus pasos se hacían cada vez más lentos no por miedo, si no por precaución ya que a medida que se acercaba más una voz se lograba distinguir.

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