Asfixia

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Los ojos negros y alineados de Carola se abrieron de a poco al sentir el deslumbre de los rayos del sol colarse por la cortina de lo que era su actual refugio, una habitación en un hotel de mala fama de la ciudad, las pestañas largas de la morocha subieron y bajaron lentamente mientras estaba canalizaba en su cerebro que si, efectivamente estaba en un apocalipsis y que si, había logrado sobrevivir hasta ese momento. Se sentó en la cama y se refregó la cara terminando de despabilarse, tiene los ojos hinchados y rojos de tanto llorar, se mira a si misma con un poco de vergüenza, realmente paso una noche de apocalipsis encerrada en una habitación de hotel. La puerta del cuarto esta trabada con un armario de madera y una silla. La cabeza de la morocha cayó sobre la almohada nuevamente, sus ojos se clavaron en el techo del edificio, el cual estaba pintado de un color oscuro, parecido al marrón podrido, la humedad se percibía y el olor a guardado se sentía por cada rincón, su cabeza se llenó de preguntas que solo podía debatir con ella misma, debía pensar esas respuestas sola. Nadie más que ella podía decirle si era correcto o no salir de ese cuarto, pero si no salía, iba a morir de hambre en esa cama, se levantó destapando su cuerpo y su silueta se movía en todo el cuarto, el cual solo era iluminado por la luz solar que venía de las ventanas, se movía rápido, zigzagueaba con velocidad de una esquina a la otra, pensando, analizando si realmente debía salir de allí.

-Vamos Carola, si tan solo Tom te viera, se te reiría en la cara por ser tan cobarde- Y estaba en lo correcto, Tom no solo le diría cobarde si no que se iría sin ella. Dejándola sola con su cobardía y poca perseverancia, los pies descalzos de Carola la dirigieron hasta el ropero maltrecho, de ahí saco un jean gastado color azul oscuro y una blusa color crudo, se la coloco sin problemas y se miró al espejo sucio del baño, podía ver como su cuerpo delgado y oscuro quedaba oculto debajo de esa ropa, sus trenzas se estaban desasiendo dejando ver con total naturalidad sus osados rulos, dio vuelta el colchón en el que dormía encontrando una gorra oscura y una paquete de chicles, cosa que no dudo en agarrar y meterlo en su bolsillo.

Examino con la vista una última vez esa pequeña habitación, se sentó de cuclillas ante el armario poniendo sus ojos en el pequeño cajón que no logro abrir por la falta de la llave del mismo, la cerradura de ese tenía forma de estrella mal dibujada, estaba oxidada y parecía que con solo pasarle el dedo por encima la poca pintura que quedaba iba a caer en pedazos, se metió un chicle a la boca para calmar su ansiedad de tabaco mientras sus ojos rodaban como esferas por la habitación buscando algo para hacerle palanca al cajón. Era un simple cajón de madera ¿Que tan difícil podría ser abrirlo? Realmente ella no quería abrirlo por necesidad, quería abrirlo por pura curiosidad, no sabía que había ahí dentro ni porque estaba cerrado con llave, pero sea lo que sea tiene que ser importante como para ser escondido de ese modo.

Localizo con el rabillo de su ojo izquierdo el apaga fuego y a su lado una palanca de metal pequeña, ambas cosas metidas dentro de la típica caja de vidrio colocada en la pared de manera colgante, se apresuró a su misión y abrió la puertita sacando la palanca, volvía a su posición y nuevamente se quedó observando la llamativa cerradura, rozo con sus dedos la textura del mismo, sus uñas largas y color azul rozaron el metal y la pintura cayo como era previsto, se acuclillo poniéndose más cómoda y encajo la palanca en el borde, hizo algo de fuerza y la cerradura cayo en el piso abriéndose en dos, como si fuera un pequeño cofre en forma de estrella, de dentro de la misma salió una fotografía analógica arrugada y maltratada, parecía haber estado allí metida desde hace años, al igual que el armario en sí, todo tenía pinta de antiguo, seguramente el dueño del hotel lo compro en alguna feria de segunda mano y así fue a parar allí. En la foto solo se lograba distinguir un paisaje montañoso, con nubes en la punta y un lago debajo. Las piernas de Carola se enredaron en forma de indiciecito fijando con tranquilidad la vista en el paisaje, sus ojos estaban tranquilos y su cuerpo estaba relajado, incluso parecía que se había olvidado que debía revisar el contenido de aquel cajón, miro a su derecha y vio la cerradura tirada en el piso abierta, coloco nuevamente la fotografía adentro y lo dejo a un costado.

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