XXV- Sección prohibida

417 35 9
                                    

    Habían vuelto a Hogwarts. Tenían pensado entrar en la sección prohibida de la biblioteca, porque quizás allí hallarían información sobre lo que Helga Hufflepuff les dijo en el mensaje.

Enseguida que ella había terminado de hablar, todos los chicos se habían quedando en shock y no se les ocurría que hacer.

James sugirió la idea de ir a la biblioteca con su capa invisible.

El plan iban a llevarlo a cabo esa noche. En ese momento, en el jardín, estaban discutiendo quienes irían.

—Solo pueden ir tres personas, no creo que entren más— había advertido James.

—Connor debe ir— aportó Leo.— Fue él quien descubrió todo.

—Está bien. Pero, ¿quien más debería ir?

—Deben traer los libros o el libro y aquí estudiarlo. Enseguida que encuentren que hable de ese tema, vengan— aconsejó James.

—¿Tú no quieres ir?

—¿Buscar algo en unos libros? Cómo si yo supiera hacer eso.

—Yo iré— dijo Leo.— Tengo practica usando la capa y además soy buena buscando información en los libros— el resto asintió.

—Que vaya Remus, él también sabe mucho de libros— recomendó Connor.

Habían acordado ir ellos. Saldrían a las 22:30, cuando todos se hubieran acostado. Remus se encontraría con ellos en la salida de la sala común de Hufflepuff, con la capa de invisibilidad.

Era la hora. Remus se puso la capa y salió sigilosamente por el pasillo. Cuando llegó a las afueras de la sala común de Hufflepuff, se encontró con los ojos claros de Connor. Él estaba sonriendo, seguramente de algo que Leo había dicho, que se encontraba a su lado.

—Estoy aquí— susurró Remus. Levantó un poco la capa para que pudieran verlo. Ellos se escondieron dentro de la capa. Connor llevaba la varita alerta por si escuchaban un ruido. Leo la tenía en el bolsillo, al igual que Remus.

   Llegaron a la biblioteca sin dificultades, cuando escucharon a Filch acercarse. Se detuvieron y trataron de hacer el menor ruido posible al respirar. La gata de Filch se acercó a ellos, lo que alertó al celador de Hogwarts.

—Aquí no hay nada, S.R Norris— Connor se puso nervioso y empezó a respirar más fuerte. Remus le pegó un codazo para que bajara el volumen.

   Argus Filch se fue, y Remus sintió que soltaba el aire que había estado reteniendo, aunque no sabía que lo había estado haciendo.

    Caminaron hasta la sección prohibida y allí Leo se quitó la capa.

—Vamos a ver si encontramos algún libro. Yo buscaré por aquí, ustedes busquen allí— dijo ella, mientras hacía el hechizo lumos máxima.

   Encontró un libro que hablaba de hechizos prohibidos y empezó a leer.

   Pasaron horas allí, y no encontraron nada. No había ningún libro que hablara de ningún supuesto horrocrux ni nada por el estilo.

   Hasta que, Remus encontró algo. Agarraron el libro y lo llevaron. Habían acordado que Connor iba a ser quien lo tuviera.

   Llegaron a la Sala Común de Hufflepuff. Leo se despidió y fue a su habitación.

—Mañana nos reuniremos en el jardín para hablar del libro, Connor.

—Está bien, allí estaré.— Le respondió él, sonriéndole.

—Okay.

—Gracias por ayudarme con todo esto, Rem.

—No hay porqué agradecer, Conny— contestó Remus. Connor lo miraba con los ojos claros brillándole y él no podía evitar mirárselos. Eran muy tranquilos y cálidos. —Adiós.

—Adiós.

   James y Sirius estaban en su sala común. Canuto había tenido que rechazar a tres chicas esa noche. Su amigo se sorprendió, ya que eso no solía ocurrir.

—¿Por qué lo hiciste?— le había preguntado.

—Ya sabes lo que siento por tu hermana.

—No son novios, puedes estar con las chicas que quieras.

—Es verdad. ¿Pero, sabes que? Cuando ella estuvo con Connor, yo me sentía horrible, imagínate lo que debe sentir ella si yo estoy con todas esas chicas. Además, ninguna se compara con Nore— confesó Sirius. No podía parar de recordar los labios de ella sobre los suyos y lo que había sentido. Deseaba que eso volviera a ocurrir. Quería, con todas sus ganas, que ella se enamorara de él.

—Le molestaría si sintiera algo hacia ti— fue como una puñalada en el estómago, pero aún así no dijo nada.

—Haré que sienta algo hacia mi.

—¿Y como harás eso?

—No lo se, supongo que seguiré escribiéndole cartas de amor, le compraré libros y chocolates, seré extremadamente amable con ella, si lo necesita le haré la tarea...

—No haces la tuya propia, ¿y harías la de ella?

—Haría cualquier cosa por ella.

Leonore PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora