Una mañana como cualquiera, T/N acude al sanatorio Smith's Grove; aquél prestigioso establecimiento para criminales dementes en el que ejerce sus servicios como enfermera general.
Sin embargo, su jornada laboral daría un giro de 180° cuando debe ha...
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Hace sólo unos minutos, se había producido un rígido silencio que inundaba el sanatorio; pero ahora, los gritos internos que llenaron la cabeza de la joven enfermera eran mucho más insoportables.
Maldición, ¡ayer fue el peor día de su vida! Tal parece que la sesión estuvo destinada a ser un completo fracaso desde que cruzó esa puerta. Los afilados ojos de Michael quebrantando su alma en miles de pedazos resultaron ser la gota que colmó el vaso de su estabilidad emocional.
Con la vista agachada y tallandose las sienes, T/N realizaba un recuento de aquellas anécdotas situadas en la habitación. Sabía perfectamente que la lastimaría sin piedad alguna. ¿Qué habría sucedido si no lo hubiese empujado? La respuesta era tan obvia que los huesos le temblaban de sólo pensarlo.
Michael Myers iba a matarla.
Cuando se levantó del lugar donde estaba, cogió sus pertenencias para desenvolverse en la próxima jornada laboral o al menos, así fue hasta que la repentina presencia de Loomis le tomó por sorpresa.
El anciano la fulminaba con una sonrisa aparentemente alegre.
— Señorita T/A. Buenos días.
— ... Loomis. — murmuró la femina, sintiendo los nervios invadirla más. ¿Qué es lo que hacía allí?
— ¿Preparándose para ver a Michael?
Antes de que pudiera responder a su pregunta, los gemidos de los pacientes irritados se abrieron paso a las instalaciones. Era como si percibieran el peligro inminente avecinandose a través de los pasillos. No pudieron estar más en lo correcto: una tropa de guardias irrumpieron de manera abrupta, escoltando a un único prisionero.
Una parte de la joven quería mirar hacia en otra dirección, pero la otra le demandaba confrontar la oscura realidad que desde un inicio creyó no ser capaz de hacer.
A medida que los uniformados fueron acercándose, T/N ajustó el agarre del portapapeles entre sus brazos como si eso fuera a mantenerla a salvo de aquél interno.
Los golpeteos de los guardias invadieron el establecimiento. El corazón de la joven latía estrepitosamente contra su pecho mientras sus ojos saltaban de un hombre de rostro severo al siguiente. Tras romper la hilera, revelaron al desquiciado asesino de halloween, quien fue interceptado en su respectiva celda.
— Señorita. — repitió el médico.
— Si, si. A eso iba, de hecho ...
— Bien.
Postró sus manos detrás de la espalda, soltando un suspiro para nada alentador.
— ¿Algún progreso?
T/N dudó en sus propias palabras, cada vez más incómoda por la forma en la que este la presionaba constantemente para que produjera resultados inmediatos. Han pasado tres días. Tres malditos días.
