Cpt. 07- Borracho.

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(Ahora de Matisse, canción en multimedia)

Narra Ruggero.

—¿Qué haces aquí? —bufe.

—Pues vine a visitarte, duh.

—¿Tú?

—Ya, ya se que no quieres ver a la familia y demás estupideces.

Puse los ojos en blanco y bufé.

—¿Qué quieres, Lorenzo?

—Que manía la de ustedes, los hermanos, de joder a la buena gente —murmuro, fingiendo estar indignado.

—Hey —Leonardo apareció.

Entrecerre los ojos en su dirección, tenía que ser obra suya.

—¿Mi maleta?

—¿Qué?

—Te di 100 dólares para que cargaras mi maleta.

—No, me diste 100 dólares para actuar como si fuera tu hermano —lo apunto.

—Y para que traigas mi maleta.

—No dijiste de eso cuando hicimos el trato.

—Pues lo digo ahora. Anda, ve.

—Pues muy tarde, LORENZO, nuestro trato ya venció —se burlo, entrando a la casa.

—¿Ves lo que te digo?

—Ni creas que te quedarás aquí —bufe, sirviendome un poco de whisky.

—No lo creía, estoy seguro que me quedaré ¡Somos familia!

Puse los ojos en blanco y tome un sorbo de mi vaso.

—Es muy temprano ¿No crees? —Leonardo me miró.

—Eso no te importa —bufe.

—Dejalo, tiene que vivir —me defendió Lorenzo.

Levanté una ceja.

—Te estoy defendiendo, primito.

Asentí, se quedaría aquí.

El almuerzo fue una mierda, definitivamente.

Ellos no paraban de hablar y yo… yo jodidamente no iba a hablar con ellos porque simplemente no tengo nada que hablar con ellos.

—¿Cuándo iniciaras la universidad? —me pregunto.

Fruncí el ceño y mire el plato.

Si mi Huracancito estuviera aquí conversaría con ella, de cualquier cosa que se le venga a la mente. Con ella los temas de conversación jamás acaban porque era una parlanchina que no dejaba de hablar y solo lo hacía cuando dormía.

Recordé la vez que hizo su berrinche por un tatuaje, que por suerte me negué a que se lo hiciera y no se lo hizo, le había dicho que se callara y no me había dado cuenta de que lo estaba haciendo hasta que no dijo ni una puta palabra, me había enojado por pensar que tal vez ya no quería hablar más conmigo, pero lo cierto era que me estaba haciendo caso.

«¡Tú dijiste que este calladita!»

Joder, la amo.

Levanté la mirada.

—Aún no lo sé.

—Pues deberías.

—Eso no debería importarte, no es tu problema. Además, les recuerdo que Antonio me preparo para administrar mis empresas, no es necesario que valla a una maldita universidad —bufe.

Mi Huracán De Emociones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora