Cpt. 11- Vivo.

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Narra Ruggero

Me senté en el suelo y apoye mi cuerpo en el árbol.

Esta preocupada, lo sé.

Mi celular vibro, lo agarre para verificar que no era Leonardo o alguien no deseado.

Era ella.

Una sonrisa se instaló en mi rostro al mismo tiempo que pensaba en que responderle a su pregunta.

«Ruggero ¿En dónde estás?»

Vi que estaba escribiendo así que decidí esperar.

«Leo me acaba de llamar, me dijo que has desaparecido»
«Por favor, no hagas ninguna locura»

Okay, si había caído.

Eso era lo que me escondía mi hermano pequeño, claro. Leonardo me las pagará muy caro por haberme ocultado que ella estaba aquí y que se valla olvidando del coche que le iba a regalar.

¿Qué se creía? ¿Qué no me iba a enterar? Tal vez si hubiera actuado mejor no le hubiera revisado el celular y la conversación que mantenía con mi Huracancito.

Volví a mirar lo último que me mandó mi Huracancito, no iba a hacer una locura, querer tenerla a mi lado no lo era, sólo estaba reclamando lo que era mío… y ella es mía.

Suspiré y empecé a escribir.

«Jamás me dijiste que deseaste en la fuente»

Luego de enviar deje el celular a un lado, mire la botella de vodka que estaba a mi lado y la agarre, le di un sorbo y suspiré.

Encendí un cigarrillo y me dispuse a esperar.

—Ruggero —susurraron.

¿Llegó tan rápido? ¿O cuánto tiempo ya había pasado?

Baje la botella y subí la mirada, la suya estaba en mi cigarrillo y luego fue a la botella.

—Estas borracho —murmuro.

Negué con la cabeza y me levante, di un paso en su dirección, ella retrocedió otro.

—Huracancito —susurre, estirando mi mano para acariciarle la mejilla.

Antes de que pudiera alejarse le agarre el rostro en mis dos manos.

—Rugge.

—Shit —le acaricie su labio superior con mi dedo pulgar.

Abrió la boca para hablar y yo lo aproveche para meterle mi lengua, le solté el rostro y le agarre de las caderas para ponerla contra el árbol.

—Detente —susurro, apartandome un poco— Por favor.

—No —frunci el ceño— Te he dicho que no volvería a rogarte pero… vuelve, por favor.

—Cielo —subio una mano a mi mejilla para acariciarme— Estás mal.

—No estás.

—Calmate —susurro— Me tenías preocupada.

—¿Y por qué no regresaste? —le solté la cadera y subí una mano para también acariciarle la mejilla y limpiarle las lágrimas que empezaban a salir.

No respondió, sólo se mordió el labio inferior.

—Te amo —susurre, pegando mi frente con la suya—, Huracancito, te amo con todo mi puto corazón.

Unos segundos después, ella estalló en sollozos y escondió su rostro en mi pecho, como solía hacer antes.

Le besé el cabello y sonreí.

Mi Huracán De Emociones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora