Día 7 (Corgi): Ha sido el perro, lo juro

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La casa estaba completamente desordenada. Los cojines habían acabado desperdigados por el suelo, los papeles habían quedado esparcidos por su despacho y no había rincón donde no encontrase algún calcetín roto. Las cortinas, los sofás, las camas y cualquier superficie de fácil acceso habían quedado manchada de barro. Mirasen dónde mirasen solo veían caos. Era como si un huracán se hubiese generado en el interior de su piso, rompiendo botellas de cristal y su jarrón favorito. Lo peor fue ver que dos tazas de la colección que estaban haciendo con tanto esmero estaban destrozadas. Había una por cada lugar al que viajaban y ahora, Tokyo y Brujas estaban hechas añicos.

— ¡SEOKMIIIIIIN! —Gritó, tan enfadado que temió alarmar a los vecinos. Ni siquiera la mano de Chan en su brazo pudo calmarle—. ¡LEE SEOKMIN, VEN AQUÍ INMEDIATAMENTE!¡QUIERO UNA EXPLICACIÓN Y LA QUIERO YA!

— Bueno, no es lo más extraño que nos hemos encontrado al volver a casa —Dijo Chan en voz baja, rascándose la cabeza mientras trataba de no mirar las plumas desperdigadas por el suelo y que se parecían demasiado a las que rellenaban su edredón.

Su otro compañero de piso tenía razón. Nada superaría el día que llegaron y se encontraron a su amigo teniendo algún tipo de sexo apoteósico con un trapecista mientras colgaban del techo con las telas de yoga de Chan. Aún no había sido capaz de recuperarse de aquella escena. La imagen había quedado grabada en su retina y cuando cerraba los ojos podía verlo como si estuviese sucediendo de nuevo. Sin embargo, nada de lo que había ocurrido durante los cinco años que llevaban viviendo juntos había dejado su hogar tan destrozado.

— Hey, hola ¿Ya habéis llegado? —Preguntó Seokmin riendo incómodo mientras se acercaba al salón.

— No, somos hologramas, no te jode —Le soltó mirándole con los brazos en jarras y los ojos entrecerrados por el enfado.

— Mirad, hay una explicación para todo esto... —Empezó a decir al mismo tiempo que daba unos cuantos pasos hacia atrás preparado para correr si la situación lo requería—. Sí, veréis... —Se rascó la cabeza y miró a su alrededor buscando las palabras adecuadas—. No he sido yo, ha sido el perro, lo juro —Levantó los brazos para resguardarse del cojín que Jihoon le lanzó con todas sus fuerzas.

— ¿Qué perro, idiota? No tenemos perr... —Un ladrido se escuchó en algún lugar del pasillo y los recién llegados giraron la cabeza en su dirección—. Seokmin, dime que no has hecho lo que creo que has hecho...

Su amigo abrió la boca, pero no llegó a decir nada. Un pequeño corgi apareció corriendo, lanzándose sobre sus pies para morderlos juguetonamente. Chan comenzó a reír al ver la cara de estupor en su rostro y pocos minutos después el culpable de la situación le siguió. Su mirada airada se posó en cada uno antes de regresar al perro y agacharse para observarle mejor. Necesitaba alejarlo de los cordones de sus zapatos antes de que los destrozase. Disimuló una pequeña sonrisa cuando su pequeña lengua rozó su mano antes de acariciar la cabeza contra ella pidiendo mimos. Incapaz de controlarse, pero sin querer perder la autoridad que tenía como dueño de aquel lugar, lo levantó en brazos con una expresión muy seria.

— Tienes menos de cinco minutos para explicarnos por qué has traído un perro a casa.

— No es un perro cualquiera, Jihoon —Se excusó Seokmin señalando al animal que se recostaba en su brazo como si fuese la cama más cómoda del mundo—. Es el perro de la reina.

— El perro de la reina —Repitió con incredulidad—. ¿Tú te crees que soy tonto?

— El dueño de su madre no podía hacerse cargo de más perros y regaló a los cachorros, pero este pequeñín tan dulce no encontraba a nadie ¿Cómo iba a dejarlo solo? Mira que carita ¿No crees que es buena idea que tengamos compañía?

Historias de una ciudad (Fictober 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora