Capítulo 3: Rechazo.

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Había algo negativo en su ambiente de trabajo, y era que algunos padres o madres no eran tan fáciles de convencer o de doblegar como los demás, por eso Tsuna siempre terminaba en una situación incómoda que a sus veinticinco años ya sabía más o menos tolerar. En ese día, por ejemplo, se halló platicando con uno de los padres en la puerta del preescolar, riéndose de las bromas del hombre, manteniéndose al pendiente de sus niños, y a la vez pensando en la mejor forma de declinar a la oferta para salir a por un café.

—Sólo una salida, Sawada-kun —era uno de los padres más amables, dedicados y dulces. Era un hombre bueno, beta de familia, viudo.

—Me halaga —le reverenció levemente—, pero hay algo que creo no ha notado.

—¿Y qué es?

—Soy un alfa —sonrió ante la sorpresa del castaño de hebras lisas y sedosas—, aunque no lo parezca.

Generalmente la mujer u hombre que intentaba frecuentarlo, desistía por completo tras decirle la verdad, porque se decepcionaban al saber que él no era el "omega de sus sueños". En parte era muy decepcionante a veces, porque veían en él sólo a un estereotipo que al final simplemente no era real; pero también era bueno, porque de esa forma sólo aceptaba a quien olvidara el limitante de sus castas y se fijara en algo más.

—No me importa si eres un alfa —Tsuna se sorprendió—, yo quiero conocerte un poco más.

—Si es así —sonrió con sus mejillas levemente ruborizadas, porque tenía debilidad por aquel tipo de personas—, yo aceptaré.

Tsuna rio al ver a la emoción en aquel hombre y también sintió aquella ansiedad por lo que podría pasar. Porque era de las pocas veces en las que podía decir que alguien valía la pena. Iba a poner de su parte para que esa cita saliera bien, ya que quería sinceramente hallar a alguien con quien compartir ciertos días, con quien forjar algo bonito y... ser feliz.

Pero no.

La vida no era tan buena.

—Oh, no. ¡No lo harás!

Tsuna se cubrió el rostro mientras un escalofrió muy horrendo le recorría la piel. No podía ser cierto. No quiso aceptarlo, pero reconocía esa voz, ese tono, la potencia y seguridad. Era su pesadilla de noches enteras esculpida debajo de un traje fino que se complementaba con una fedora rodeada de una cinta amarilla. Su nariz le decía que el traje era nuevo, que aquella persona había tomado café hace poco, y su oído le dijo que se encontraba agitado. «Por favor, que sea un mal sueño», pensó.

—¡No ahora que te acabo de encontrar! —pero no era un sueño feo.

—¿Quién es usted?

—¡Nadie! —Tsuna tensó sus brazos.

—No te hagas el idiota, porque ese aroma a leche acaramelada es tuyo y me arde la nariz por seguir el rastro con desesperación.

—No me puede estar pasando esto —susurró Tsuna casi al borde de las lágrimas.

—¡Llevo más de dos semanas buscándote!

—Por favor —apretó sus párpados—. Que me caiga de la cama justo ahora.

—Mírame, "lindo trasero" —el azabache sonrió de lado.

Discutió, lo hizo incluso olvidando que estaba en la entrada del preescolar con sus alumnos muy cerca. Tsuna intentó echar a aquel muchacho azabache, pero fue el azabache quien no solo se negó, sino que amenazó al pretendiente para que se largara porque no iba a permitir que le robaran a su "preciado tesoro". Tsuna enfureció tanto que sin percibirlo elevó su voz y en menos de lo pensado tuvo a todos sus alumnos sujetando su pantalón.

Altivo, recurrente, y caótico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora