Capítulo 5: Marcas.

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—No tienes idea de lo difícil que ha sido para Tsuna-san —Hayato miraba fijamente al azabache que lo arribó en medio de la calle—. Incluso antes de que su prueba de casta saliera, soportó todo el daño que unos idiotas pudieron generar —hizo una mueca extraña y miró sus manos—. Y no estoy orgulloso de haber sido uno de esos idiotas.

—Sólo quiero entender qué pasó —Reborn estaba algo ansioso porque de un día para otro Tsuna terminó con sus citas y bloqueó sus llamadas—. Estábamos bien.

—Ponte en su lugar —lo miró—, es más, creo que lo entiendes porque eres un omega que no parece serlo.

—¿Tuvo una decepción amorosa o algo así?

—Sí, y de eso se ha repuesto —arrugó su nariz—. Pero un alma tan noble como la suya que ha sido rechazada por todos..., es frágil e insegura.

—¿Algún problema emocional? ¿Medicamentos? ¿Depresión?

—Baja autoestima, estrés porque mitiga su lado alfa, además que su destinado es un idiota que lo acosó por meses —si las miradas mataran—. ¿No es eso suficiente para que colapse?

—Bien —Reborn se acomodó la fedora—, gracias por la información.

—Aléjate de él. Es lo mejor.

No era lo mejor ni para Tsuna ni para él mismo. Cerrarse ante la posibilidad de ser feliz, restringirse por miedo a ser lastimado, todo eso no era bueno. Además, Reborn no era de rendirse, pero no quería presionar al castaño demasiado porque asustarlo tampoco era buena idea. Al menos ya no, porque tenían un progreso bastante bueno. Decidió entonces intentar buscarlo un par de veces, hablarlo, y si eso no funcionaba tomaría medidas más drásticas.

Pero dejar ir a Tsuna, eso no lo haría.

—¿Se siente mal, Sawada-sensei?

—Un poquito —no pudo mentir en esa mañana—, solo un poquito —acarició la cabecita de su pequeño alumno.

—¿Qué tiene?

—Creo que hoy voy a irme temprano a casa —les sonrió a los niños que lo rodearon—, ¿me perdonarían por eso?

Tsuna había estado tan estresado durante esas largas semanas, que no había siquiera visto el calendario, ni se había fijado en que la fecha tan temida para él llegaba, y que incluso olvidó pedir permiso por su ciclo de celo. Se había centrado demasiado en dejarle en claro a Reborn que no podían seguir con eso, y olvidó que él también tenía una vida que giraba en torno a un lado casi animal que había sido causante de muchos incidentes en su vida.

Su compañera lo ayudó a trasladarse a la enfermería, pero como él era el único alfa en la institución, lo mejor que pudieron hallarle fueron supresores para omegas. Esas pastillitas servirían por un tiempo, al menos fueron efectivas hasta que pudo tomar un taxi hacia su casa, pero se tomó dos pastillas más para soportar hasta que terminara el trayecto. Se acurrucó en el asiento trasero mientras practicaba el ejercicio de meditación que aprendió para controlarse en ataques de furia.

Tembló cuando le dio el efectivo al del taxi, caminó despacio entre jadeos, y su visión se volvió borrosa mientras abría la puerta. Intentó mantener la calma antes de derrumbarse en la entrada ya cerrada y derramó suaves lágrimas porque en medio de su celo solo pudo pensar en una persona, en Reborn, a quien había bloqueado las llamadas, a quien le dijo que se alejara, y a quien le mintió diciendo que al final no pudo sentirse atraído por él. La culpa lo estaba torturando, pero creía que así era mejor, porque después no se aburrirían de él y lo abandonarían como era común.

Se sentía tan mal emocionalmente, porque tal vez acababa de arruinar lo que hubiese sido el inicio de una relación muy bonita con aquel complemento de su alma. Y se sintió peor cuando su imaginación jugó con él, y le hizo creer que podía percibir el ligero toque de canela que representaba el aroma de Reborn. Se cubrió el rostro, jadeó, se pegó a una pared y suplicó por favor que todo terminara lo más pronto posible.

Altivo, recurrente, y caótico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora