Capítulo 4: Coqueto.

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Había olvidado lo que significaba ser acosado tan insistentemente desde que lo molestaban en la preparatoria, pero, con ese azabache siguiéndolo a todas partes, recordó las horrendas memorias que le provocaron algunos problemas emocionales, las cuales superó solo gracias a que Gokudera le cedió cierta protección durante un par de años. Por eso, y a pesar de que fue muy improvisado, además de que por su cabeza ya no corría ninguna idea decente, decidió acudir de nuevo a su amigo para tratar de darle a su acosador un motivo para que se alejara.

—Perdóname, Gokudera-kun.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Y no te desmayes —algo le decía que el shock de su amigo sería tremendo.

—Pero ¿por qué iba yo a...?

Con las manos temblorosas y siendo consciente de que aquel azabache los estaba siguiendo desde hace rato —gracias al cielo mantenía su distancia a veces—, Tsuna tomó el rostro de su amigo y lo acercó al suyo. Juntó valor y pidiéndole disculpas en susurros a la pareja de Gokudera, lo besó. Era apenas un roce, la unión forzosa de sus labios tensos, ni siquiera cerraron los ojos —al menos Tsuna no—. Solo necesitaba unos segundos de eso, algo con lo que justificar alguna tontería a usar para que su acosador se alejara. Incluso podía decir que estaba saliendo con Hayato desde hace tiempo.

Fue lo más estúpido que se le ocurrió hacer.

El rostro de Gokudera tomó un tono rojizo casi gracioso, asemejando un bombillo de navidad, el cuerpo del mismo se quedó de piedra y cuando Tsuna lo soltó, notó que ni siquiera estaba respirando. Se sintió muy culpable, de verdad, mucho más cuando escuchó un suave sonido parecido a una queja por parte del albino y por poco no alcanza a sostenerlo para que no cayera al suelo. Porque obviamente el shock fue demasiado grande y Hayato perdió la consciencia. Lamentablemente aquel esfuerzo humano no sirvió de nada, porque el azabache se dio cuenta de la treta y hasta se acercó para "ayudar".

Tsuna ya no sabía qué hacer, y mientras esperaba a que su amigo reaccionara, sentado en una silla junto a la cama de la clínica a donde fueron para que revisaran la presión de Hayato, suspiró resignado. Si bien logró que aquel idiota no entrase a la clínica, sabía que cuando saliera de ahí lo estarían esperando. Intentaría huir, llamaría a Enma para que lo acompañara y también llamaría a Haru para explicarle lo sucedido antes de que se enterara por alguien más. Se disculpó muchas veces por la estupidez hecha, además, tuvo que contarle los detalles de su acosador, pero al final terminó siendo perdonado y con el ofrecimiento de ayuda si la necesitaba.

—Hagamos una cosa —Tsuna estaba cansado de la rutina de siempre, así que esa vez solo lo ignoró—, cédeme el honor de una cita.

—No —después de esos dos meses, o tal vez un poco más, ya entendió que su acosador no era peligroso.

—Te demostraré mi verdadero interés por ti.

—Ni me conoces.

—Pero quiero conocerte —el azabache se recargó en la puerta del vagón junto al castaño—, porque no había conocido a un alfa como tú.

—Eres un descarado —rodó los ojos.

—Y tú un lindo profesor que usa orejitas de conejo cuando canta la canción de cuna de los niños.

—Yo... —Tsuna no pudo replicar a eso, sus mejillas ardieron por vergüenza y coraje, porque se suponía que nadie aparte de sus alumnos lo veía así y eso significaba que ese chico lo habían estado espiando dentro de su lugar de trabajo—. ¡No te interesa lo que haga en mis clases!

—Me gusta la parte en que arrugas la nariz —el más alto se acercó un poco más al castaño y se quitó la fedora mostrando su rostro adornado por una sonrisa burlona—, cuando cantas «y su nariz se mueve porque hace frío» —canturreó y Tsuna enrojeció más—. O cuando cargas a uno de los niños en tu cuello y persigues a los demás —lo miró fijamente—. Eres muy tierno.

Altivo, recurrente, y caótico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora