Capítulo 6: Felicidad.

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—Ay no —Tsuna admiró sus manos y poco después unas que no eran las suyas—. Por favor que no sea lo que... —cerró los ojos por un momento— estoy... pensando.

Pero fingir que estaba soñando no era opción, porque sentía la respiración ajena golpear su cuello y escuchó un leve suspiro también, además que lo estaban abrazando por la espalda. Entró en pánico cuando decenas de imágenes empezaron a surgir en su mente, una más caótica y explícita que la anterior, su rostro tomó un tinte carmesí intenso, se cubrió la boca para no soltar un sonido elevado, y poco después admiró a la persona que estaba a su lado en medio de un desastre de cobijas, almohadas y... ¿qué hacía ahí una cajita de jugo de fresa?

—No puede estar pasándome esto —murmuró entre sus manos.

Lo peor no era el haber descubierto pista tras pista de lo que pasó el día anterior, fue el aceptar que estaba en su propia casa y que por eso no podía salir corriendo porque sería hasta estúpido. Pero lo que sí pudo hacer fue cerrar los ojos, cubrir el cuerpo desnudo ajeno con la sábana y cerrar la puerta. Siguió negando todo mientras tomaba una ducha y se colocaba la ropa que había dejado en la secadora. Siguió sin tener el valor de afrontar su realidad incluso cuando escuchó ruido en la segunda planta de su muy sencilla casita.

—La pasamos bien —su sonrisa denotaba pura y total satisfacción.

—Ay no —Tsuna en cambio era un manojo de emociones mezcladas.

Reborn parecía de lo más tranquilo, hasta se había dado la libertad de buscar algo entre la ropa de Tsuna —eso mientras olfateaba por allí, o hurgaba un poco más entre las pertenencias del castaño—, lo que fuera de su talla o que al menos le cubriera algo mientras se lavaba y secaba su propia ropa. Ni siquiera se molestó por despertar solo en esa cama, y obvió el desastre que era su cuerpo porque lo consideró un trofeo de guerra. Hasta se dio una larga ducha en la bañera ajena y adivinó la rutina de aseo matutino de aquel alfa con solo ver los artículos perfectamente ordenados.

Se había sentado frente al castaño con solo una camisa con un par de botones colocados y sin nada más que un bóxer. Tsuna debía enterarse que le gustaba exhibirse cuando era conveniente. Gozaba de una libertad sin vergüenza mientras mordía una manzana y señalaba las marcas de su cuello y su clavícula con orgullo. Tsuna pudo haber colapsado por la vergüenza, pero en vez de eso se tocó las mordidas que él también tenía en algunas zonas de su piel. Todo mientras el teléfono de la casa sonaba y a lo lejos el celular del castaño también.

—La próxima lo haremos cuando estés más consciente —Reborn jugaba con sus patillas, divertido por las mejillas rojas de aquel silencioso castaño.

Tsuna no pudo siquiera reaccionar al beso que Reborn le dio al despedirse, y siguió sin responder cuando la puerta de su casa se cerró. Solo volvió en sí cuando se hizo una pregunta muy coherente que quedó en el aire cuando sostuvo su celular y atendió sin querer la llamada de Enma, contactado seguramente por el personal del preescolar para saber de él. Tartamudeó diciendo que estaba bien antes de caerse en medio de su desordenada sala porque se tropezó con lo que parecía una botella de agua. Colgó cuando lo creyó necesario y fue entonces que se dio cuenta que en su sala y su cuarto habría pistas de lo que quería saber.

Aunque la cocina y parte del pasillo del segundo piso también fueron escenarios del crimen.

No habló del tema por días, ocultó las mordidas en su cuello con suéteres de cuello alto, evitó encontrarse con Gokudera y Enma por un tiempo, limpió bien su casa una y otra vez en medio de sus recuerdos vergonzosos, apagó su celular en las tardes, y finalmente fue el propio Reborn quien le dio las respuestas que lo atormentaron durante algunos días. No lo marcó, y Reborn tomó cierta protección para no quedar en "estado" durante aquel día tan especial —palabras del propio Reborn—. Tsuna quiso desaparecer, y lo hizo durante días, pero al final no podía más que afrontar que era un alfa y como tal cedió ante la anomalía de su celo, que gracias al cielo solo se daba cada seis meses.

—No sé por qué no aceptas que...

—Has forzado todo hasta ahora.

—No forcé más de la mitad de lo que sucedió.

—No puedo creer que confié en ti —se lamentaba.

—Tsuna, mírame —Reborn le sostuvo del rostro—. Y dime sinceramente que en verdad quieres que me largue de aquí.

No podía. No pudo. Porque mentir en ciertas situaciones no se le daba muy bien. Entonces llegó a un punto en el que ser sincero era la única opción, lamentablemente fue demasiado sincero como para que esa sonrisa orgullosa se desplegara en el rostro de Reborn y lo besara en medio de la cafetería donde habían ido a charlar —no era la de Enma—. Tsuna odiaba lo vulnerable que se ponía ante ciertas situaciones y odió más la forma en que Reborn se aprovechaba de eso, porque sin darse cuenta reanudó aquellas citas que abandonaron hace tiempo.

Retomaron aquello y se transformó en algo real.

—No tienes por qué esperarme, podías adelantarte al centro comercial —sonreía ante el esfuerzo de Reborn por platicar con la niña de colitas.

—No —Reborn sonrió cuando la niña le dio un caramelo—, prefiero ver a mi lindo novio trabajar.

—¿Por qué?

—Porque así compruebo lo buen padre que serás cuando tengamos hijos. Serán dos y tú los cuidarás —recalcó.

—¿Estás consciente de lo que dices? —enrojeció.

—Sensei —la pequeña le tiró del pantalón—, ¿vas a tener un bebé? —apuntó a la pancita del castaño—. ¿Ya está ahí?

—No —rio antes de cargar a su alumna, a la que entretenían hasta que la madre de la misma llegara a recogerla—. Yo no puedo tener bebés en mi pancita, ya te lo había explicado, ¿verdad? —miró de refiló a Reborn quien parecía algo incómodo con la plática—. Esa no es mi tarea.

—Sabes —el azabache se arregló la fedora—, posterguemos esos planes por un tiempo.

—Sensei —la pequeña se acercó al oído de su maestro y susurró—, su novio es muy bonito.

—Lo es —respondió entre risas.

Las inseguridades seguían ahí, el miedo, la falta de confianza, pero a eso se añadió las sonrisas, los gestos amables y el confort que se daban entre sí. Pasó lo que tenía que pasar. Se besaron las veces que se tenían que besarse y se dejaron llevar por aquella conexión invisible que los ataba, hasta que, al fin, después de un tiempo, Tsuna sufrió por la partida de aquel azabache. Era cierto que Reborn era extranjero y llegó a ese sitio por asuntos de trabajo con Kyoya, cosas que al fin terminaron, y viaje que no se pudo extender más a pesar de que se intentó que así fuera.

—Volverá —Gokudera arrugaba la nariz, ya se había resignado a la relación de su amigo—, el idiota demostró que usted le interesa mucho.

—Llegará sin avisar —sonrió Enma—, así como la vez anterior.

—Está enamorado de ti —el comentario de Adelheid hizo que Tsuna riera, porque persona más sincera que Adel no había cerca—, así que volverá a arrastrarte a Italia o a mudarse aquí. Pero estarán juntos.

—¿Gracias? —rio divertido.

—Sigue sin agradarme —masculló Hayato—, pero si hace feliz a Tsuna-san, pues... lo acepto.

—Se masturbará en tu nombre, eso es seguro.

Tsuna se atoró con su jugo y Adel sonrió divertida, porque esta vez sí logró ahogar al castaño, y su extra fue que ahogó también a los otros dos. Era su forma de reconfortar al alfa castaño que últimamente había estado muy deprimido. Era peor si el ciclo escolar estaba por terminar. Tsuna se ponía aún más desanimado porque tenía que despedirse de todas esas caritas sonrientes y esperar un tiempo para añadir más niños en su lista de alumnos. Como sea, cada quien animaba a Tsuna como podía.

Y así siguió por dos años más.





Notas finales:

Krat se estaba riendo mientras corregía esto, mucho más porque el siguiente capítulo —y el final—, es más divertido que este.

Nos vemos mañana~

Besitos~

Altivo, recurrente, y caótico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora