A un lado.

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—Tú eres muy maduro, Lauri. Así que dime... ¿Qué se hace en días así? —soltó Ruth mientras observaba el cielo.

—Yo... no lo sé; no tengo una respuesta. Ni siquiera sé cómo sentirme al respecto...

Ruth volteó a verlo extrañada mientras intentaba guardar silencio.

—No me confundas, a mí no me gusta Siiri —negaba con la cabeza—; pero el que no me guste, no significa que no me importe. Ella es una buena persona...

—Siiri es fuerte —interrumpió Ruth—, ni siquiera alguien como Risto podría tumbarla.

—¿En verdad lo crees? Yo lo único que veo es como Risto obtiene todo una tras otra vez sin rendir cuentas de nada ni a Dios ni a nadie.

—A eso se le llama envidia... —soltó Ruth inconscientemente.

—¿Crees que le tengo envidia a Risto? ¡Qué tontería!

—Lo siento, creo que lo dije sin pensar. No es lo que...

Lauri se alejó del parque dejando a Ruth sola, se alejó caminando de ahí rápidamente sintiéndose herido, triste y confundido. Dentro de su piel, las emociones saltaban intentando salir. En el fondo, él lo desconocía; pero estaba lleno de temores e inseguridades que sin darse cuenta le estaban impidiendo caminar.

Siempre mostraba que tenía madurez y fuerza; y es que era él quien se sacaba adelante él mismo y a toda persona que necesitara de él. Y posiblemente, parte de aquello era verdad; Lauri tenía más madurez que varios jóvenes de su edad, y aun así, tenía un largo camino que trabajar.

Cuando por fin llegó a casa, tras caminar sin rumbo toda la tarde; esta se encontraba en silencio. Sus abuelos estaban dormidos en los sofás, y la televisión encendida. Cualquiera diría que lo que había pasado en la mañana sólo había sido parte de una ilusión o una pesadilla. Lo cierto era que, era demasiado bueno para ser cierto.

Caminó hacia la alcoba de Siiri. Puso su mano sobre la manija y esta giró sola. Invitaba a la idea de que alguien saldría del cuarto. Lauri corrió hacia la cocina sin hacer ruido, quedándose a un lado de la puerta, esperando a ver quién salía con ligeras y locas ideas en su cabeza.

Escuchó unos pasos de unas botas grandes y varoniles. En el piso la silueta de un hombre se acomodaba el abrigo, y posteriormente, mientras avanzaba lentamente y sin hacer ruido; se acomodó su larga bufanda enredándose la en el cuello.

Lauri ataba cabos mientras sus ojos se movían de un lado al otro rápidamente y pensativos. Se escuchó la puerta abrirse y cerrarse sin hacer mucho ruido. Finalmente, Lauri se levantó de su escondite y discretamente entró a la habitación de Siiri. Siiri estaba sentada en su cama, se acomodaba sus aretes como si se los pusiera por primera vez en el día. Una expresión se posó en su cara, levantando la ceja y revelando media sonrisa, rompió el silencio.

—¿Qué? —preguntó a secas.

—¿Qué hacían? —preguntó Lauri en shock.

—Meditar...

—¿Meditar?

—Si ¿No me crees?

—No, no te creo... —dijo entrando a su cuarto.

—Pues ni sorprendente es ya que no me creas, no es la primera vez que no me crees.

—¿De qué hablas?

—¿Crees que no lo sé? Dices que Risto es un egoísta y que es una mala persona, pero ¿Últimamente te has preguntado quién eres tú? Mientras más tiempo pasa menos te reconozco ¿Crees que no sé qué fuiste tú quien me acusó sobre las adicciones? Finjo que no lo sé, pero lo sé Lauri ¿Y sabes por qué lo haces? Porque en el fondo eres igual a ella...

Lo que Calla el Universo© #Wattys2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora