Sólo era una niña de cuatro años. Una bebé para muchos.
En ese entonces desconocía la edad de EunBi, pensándolo ahora, tal vez rondaba los veinte.
La emoción recorría todo en mi cuando la veía; tal vez es un falso recuerdo de mi mente infantil, pero puedo jurarles que cuando se acercaba a mí, una aurora de lo más brillante la rodeaba.
Si cierro los ojos y me adentro en mis recuerdos, aún siento sus brazos rodeándome en un amoroso abrazo, y mis pequeños brazos sujetando su cadera sin querer soltarla.
Nunca supe en qué trabajaba o qué estudiaba, pero siempre llevaba elegantes sacos oscuros que contrastaban con su hermosa piel.
A veces, sin importar que la lluvia hubiése dejado gotas dispersas en su atuendo adulto, se metía debajo de la mesa encontrándome con unos cuantos juguetes botados a mi alrededor y crayones con los que creaba mis primeros dibujos.
"EunBi-ah, ¿qué haces ahí?, deja de jugar y ven a comer."
EunBi unnie ignoraba los llamados de los demás y se quedaba conmigo.
Su sonrisa era mi felicidad, creo que ella lo sabía.
Mi pequeño corazón se aceleraba sin igual con sólo saber que vendría para estar conmigo. Y este mismo se sentía en calma total cuando me sentaba en sus piernas al leerme un cuento.No era un cariño maternal y tampoco fraternal. Dudo incluso que ella supiera en ese entonces lo que era.
Después de una tarde de juegos, el cansancio me vencía, dormía recostada en su pecho y con sus brazos envolviéndome mientras me arrullaba. Amaba su perfume, si es que se puede amar algo a esa edad.
Al despertar, me encontraba en una cama, sola, rodeada de almohadas en vez de sus cálidos brazos. Pero su aroma quedaba impregnado en mi ropa, no duraba mucho pues era sustituido por el perfume de mi madre al llevarme al auto para irnos a casa.
Sigo sin recordar cómo o por qué dejé de verla. Una laguna en mi mente borró cualquier recuerdo de lo que pudo haber sucedido.
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Tenía veintiún años, sin siquiera recordarla por tal vez diecisiete años, la volví a ver.Coincidimos en una fiesta.
Sin saber del todo quién era aquella mujer madura, había atraído mi atención de inmediato.
Mientras ella saludaba a la anfitriona del evento, pude escuchar ese nombre, nombre que llegó a salir de mis labios gritando con emoción al verla llegar.
De una exhalación lenta, el aire abandonó mis pulmones al entrar en un pequeño shock por reconocerla de golpe.
Todo fue en cámara lenta sin apartar mi vista de ella. No había cambiado demasiado, seguía siendo hermosa.
Un hombre, al que no le di importancia, iba a su lado tomándola de la cintura mientras intercambiaban algunas palabras con la hermana mayor de EunBi. Dos niños iban con ellos, un pequeño de tal vez seis años y su hermano; me atrevo a decir que rondaba los nueve.
EunBi ya era madre.
Por mucho tiempo, desconocí que su ausencia había dejado un vacío en mí.
Enojo, tristeza, aturdimiento, celos y más, aparecieron en un santiamén. Sentimientos que ignoré por completo, renacieron cuando la vi.
Por compromiso, mi familia haló de mí, llevándome con ellos para saludar a la anfitriona y festejada de la fiesta. Estaría cerca de ella.
Agradecí ser de pocas palabras y no extenderme demasiado en aquella plática en la que sólo era necesaria mi presencia.