Capítulo Dos: El trol de la montaña

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El Caballero negro escalaba con dificultad y dolor el barranco, hasta finalmente llegar a la orilla en donde Sara saltó al suelo firme como si fuese el paraíso. Por su parte, el Caballero Negro se dejó caer de espaldas; dando respiraciones profundas. Después de unos segundos el guerrero se levantó con la mano en el hombro izquierdo. Sentía todo su brazo entumido, apenas y lo podía mover (razón por la que le costó escalar), teniendo que ir hacia un árbol para golpearse en el hombro escuchándose otro "clack". Después de esto logro moverlo con mayor libertad aunque aún con dolor. 

—¿Estás bien? —preguntó Sara sentándose en sus rodillas. 

El Caballero Negro giro su vista a donde debía estar el pueblo, vislumbrando el humo que se alzaba por los cielos; estirando su mano derecha para así llamar a su espada, la cual voló desde el barranco a su mano. 

—Sí. Tenemos que irnos —dijo guardando la misma en su funda. 

Por su parte, Lee daba vueltas y vueltas adentro de la cabaña de Peter, preocupado por su hermana. En eso la puerta de entrada se abrió dejando entrar a ambos personajes a la morada. Sara emocionada corrió a los brazos de su hermano, el cual la recibió con fuerza. El Caballero Negro solo se quitó el casco para ir a dejarlo a una mesita de noche. 

—¿Estás bien? —le preguntó Lee a su hermana la cual asentía sin poder controlar sus lágrimas. 

—Dame eso —ordeno Peter arrebatándole el libro a Sara de manera brusca; analizándolo de ambas partes. Era de piel dura y negra, con una joya roja en medio de esta. 

—¿Crees qué mamá este bien? —le preguntó Lee a su hermana, haciendo estrémecer a Peter al recordar. 

—Quédense aquí —ordeno mientras tomaba su casco para luego dirigirse a la puerta. 

—Pero... —esbozo Sara. 

—¡Quédense aquí! —Peter abrió la puerta de su cabaña para a las afueras ponerse su casco mientras silbaba. Pronto su caballo llegó a su llamado; subiéndose al mismo para así ir de nueva cuenta al pueblo. 

Cuando el Caballero Negro llegó, el lugar apenas y era lo que fue. Todo estaba rodeado de humo, las casas ya no eran más que pedazos de madera quemada. El guerrero bajo de su corcel para correr a los adentros de este infierno. 

—Se lo dije maldición —se repetía a si mismo—. Pero no, ¿verdad Jack? Tenías que intentarlo. Tenías que ser el héroe de nuevo. Ahora mira en donde estamos metidos. —El Caballero Negro llegó a lo que solía ser la casa de su hermano, ahora vuelta pedazos—. Vamos, tienes que estar —decía quitando pedazos de la misma con las manos—. Vamos, vamos. —Peter la encontró: Iris. Estaba muerta, boca arriba con el estómago abierto. Pálida y con los ojos mirando a la nada—. No —exclamó golpeando el suelo, cuando en eso noto algo brillar en el cuello de Iris: un collar con una media luna colgando. Era su collar de matrimonió, Jack era el propietario de la otra media luna. Peter le quitó el collar con cuidado, no podía llevarse el cuerpo y darle un entierro digno. La Bruja Negra estaría por desenfundar todo su poder hasta encontrar el libro. Pero al menos se llevaría consigo algo de ella. 

Sentados en la mesita del comedor de Peter, Lee y Sara se miraban preocupados. La adrenalina y el miedo, los había aturdido mucho. Pero más que nada estaban preocupados por su madre. En eso escucharon la puerta de la cabaña abrirse. Saltando cual rana de emoción, queriendo ir y abrazar a su madre, pero al llegar, solo estaba el Caballero Negro. 

—Su madre murió. No hay tiempo para llorar. No hay tiempo para extrañarla. Por la estupidez de su padre ahora tengo que cuidarlos, y evitar que la Bruja Negra encuentre el libro. Vayan por agua y comida. Dejaremos está cabaña en sesenta segundos—ordeno Peter, notando la mirada de sus sobrinos. Estaban dolidos, sin poder creer lo de su madre—. ¡Ya! —les gritó sacándolos de su transe. 

El Caballero Negro y el último libro de MerlínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora